El déficit lo pagamos nosotros

El Govern de Baleares ha decidido un año más incumplir el objetivo del déficit previsto para el 2015. Si en 2014 el “neoliberal” y “austero” José Ramón Bauzá lo dejó en un 1,7% cuando estaba obligado a dejarlo en el 1%, Armengol no le anda a la zaga y lo va a dejar en un 1,5% cuando debía dejarlo en el 0,7%. Es cierto que en defensa de la socialista hay que decir que los presupuestos de 2015 los aprobó un Bauzá que en julio se había fundido más del 1% de déficit, superando en apenas medio año lo permitido para todo el año (0,7%). En lugar de apretarse el cinturón en lo que queda de ejercicio para tratar de aproximarse al objetivo del 0,7%, Armengol ha decidido sumarle casi medio punto más, anunciando que lo dejará en el 1,5% o más. Estamos en manos de unos manirrotos que no dudan en perjudicarnos a todos a cambio de sus intereses electorales.

Armengol, Cladera y Carrió deberían meterse en sus lindas cabecitas que el déficit no es ningún derecho para gastar más. Cuando se van a Madrid a mendigar medio punto más de déficit, o cuando aquí deciden aumentarlo con la excusa de que el anterior Govern no les ha dejado margen de maniobra, los ciudadanos no deberían olvidar que el déficit no lo acaba pagando Rajoy, ni el resto de españoles, ni tampoco Armengol. El déficit lo terminamos pagando todos nosotros, los baleares, contribuyendo a disparar nuestra deuda autonómica que ya debe rozar los 9.000 millones de euros, la tercera parte, aproximadamente, de toda la riqueza que generan nuestras islas en un año. Y que engrosar la bola de nieve de la deuda significa que en los próximos presupuestos tendremos que pagar más para amortizar deuda y pagar intereses mientras contamos con menos dinero para educación, sanidad y servicios sociales. Afirmar que no se pueden recortar más los derechos sociales de lo que ya se han recortado no es ninguna razón de peso para alargar el déficit. Sabemos que los políticos siempre encuentran grandes razones para disparar con pólvora de rey, aunque sea para reabrir inútiles organismos una vez pagado el coste político de haberlos eliminado, como el Consell Econòmic i Social (CES), el Consell de Joventut –una cantera de políticos, activistas y sindicalistas– o el Consell Social de la Llengua Catalana, un organismo en manos de catalanistas exaltados a los que vuelve locos elaborar planes de normalización lingüística meticulosos y exhaustivos con miles de acciones sobre cómo volver a una supuesta “normalidad” lingüística que nunca ha existido ni existirá jamás.

Repensar MallorcaLos nacionalistas de Més han entrado en las instituciones como un elefante en una cristalería de BohemiaAyunos de un programa realizable, alegran a su ideologizada parroquia denigrando los símbolos las normas vigentes y haciendo gestos teatrales. No dan más de sí. Miquel Ensenyat, presidente del Consell de Mallorca, no ha tenido otra ocurrencia que anunciar una campaña de participación ciudadana para cambiar la fecha de la Diada de Mallorca. Ensenyat afirma que el 12 de septiembre “no ha arraigado”, entre otros motivos porque su elección fue “política”, dando alas a la pretensión de la OCB y de Última Hora de trasladarla al 31 de diciembre, el año cero según nuestros catalanistas, cuando recibimos las aguas lustrales del bautismo e ingresamos en la gran familia catalanaSe trata de una reclamación histórica del PSM que los partidos con representación en el Consell han venido rechazando hasta ahora. Mientras que el 31 de diciembre de 1229 conmemora una auténtica carnicería a manos de las huestes del rey de Aragón, el 12 de septiembre de 1276 evoca la carta de libertades –una especie de carta  protoconstitucional en la medida en que acota los abusos del poder real y establece los “derechos” de sus súbditos– que concede Jaime II a los mallorquines, una efeméride más civilizada y sin lugar a dudas más pacífica que la conquista cristiana de 1229Causa estupor el doble rasero del catalanismo: mientras los catalanes reclaman el derecho a decidir su futuro impugnando si es necesario todos los avatares históricos que han vivido, los mallorquines nos vemosobligados a ser catalanespor una especie de ley histórica –inalterable, inexorable, eterna– que comenzaría en 1229 y que nos determinaría por completo más allá de nuestra voluntad. Ensenyat debería recordar que, aunque sustentados por un sustrato histórico del que después los legisladores cogen y rechazan lo que quieren, todos los símbolos de un territorio son el resultado de decisiones políticas. Lo es el nombre de la lengua, no digamos ya su modelo estándar–la “tradición literaria autóctona, según la ley de normalización–, lo es la bandera, lo es el escudo, lo es la fecha de la Diada. Y lo es, cuidado, el propio Consell de Mallorca que preside Ensenyat, una institución que nos hemos tenido que comer con patatas porque así lo han querido nuestros políticos a pesar de su proverbial ineficiencia, corrupción y falta de arraigo entre los mallorquines. Sí, falta de arraigo. Y si este es el criterio a tener en cuenta, tal vez deberíamos empezar por eliminar el Consell traspasando todas sus competencias al Govern. No perderíamos nada.

Pirómanos y bomberos. Otra que ha entrado como elefante en una cacharrería ha sido la alcaldesa de Ciutadella, la pesemera Joana Gomila. Esta maestra de catalán** ya ha anunciado que en la llamada “Processó des Tres Tocs” que se celebra por San Antonio (17 de enero) no se interpretará el himno español tal como se venía haciendo hasta ahora. Lo curioso de Gomila no es el adanismo de los que creen estar en posesión de la verdad mientras tratan de esculpir desde el poder un modelo de sociedad que se amolde a sus ideas, sino el hecho de que, como respuesta a las lógicas críticas por el quebranto de dicha convención, diga que “no vamos a hacer de eso un problema”. ¿Quién ha hecho de eso un problema? ¿Ella o los que han protestado? Estos maestros del PSM están tan convencidos de que son los ungidos que el pueblo esperaba para su salvación que tratan a los ciudadanos que no son de su cuerda como si fueran estudiantes, acusando a los demás de lo que hacen ellos: crear problemas donde no los había. Se trata de una variante de esta “vuelta a la normalidad” a la que no dejan de apelar socialistas y nacionalistas para justificar todas sus decisiones de carácter lingüístico, como si ellos personificaran de pronto la “normalidad” –social, histórica– cuando se han pasado toda la vida defendiendo todo lo contrario: el derecho de las minorías a disentir contra las normas. Otra vez el doble rasero. Definitivamente, los resultados del pasado 24-M les han subido a la cabeza.

**Se trata de un error. En realidad, Joana Gomila es profesora de matemáticas, no de catalán.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, es 22-8-2015.

Las diadas

Supongo que todos los pueblos han de tener (quizá por inercia o mercantilismo, por suscripción popular o sólo por presumir de afinidades) sus propias celebraciones y efemérides, su íntima dosis de autoafirmación más o menos orgiástica, oficial y hasta histórica, su personal e intransferible catarsis, su colmena enmarañada de símbolos, su colección atmosférica de himnos triunfales, sus refulgentes joyas de la corona, su teatro medieval (o postmoderno) del horror y su libro abierto de las vanidades.

Toda esta sucesión de síntomas no debe alarmarnos, porque no deja de ser un apunte del natural, una inocente extrapolación de lo que sucede cada año, el 12 de septiembre o el 31 de diciembre, cuando a unos o a otros les da por acordarse de Jaume II, su carta de franquicias y privilegios del Reino de Mallorca, en el primer caso, y la hiperbólica introducción de la lengua catalana y sus infecciones colaterales, en el segundo caso. La isla, al fondo, sigue palpitando su calma o bullicio ancestral, su apatía o discreción, su mirar de cerca como si fuera de lejos. O viceversa.

Se trata, pues, de ajustar la mirada sobre las razones que mueven al econacionalista (o así) Miquel Ensenyat, presidente del CIM, a impulsar campañas ciudadanas como Repensar Mallorca en pro de la diada catalanista y del propio Consell. Como era de prever, las consultas formalmente asamblearias acaban convirtiéndose, siempre, en el mejor cauce de la manipulación ideológica. Hace siglos que no celebro diada alguna y así va a seguir siendo.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, es 18-8-2015.

Madrid como disfraz de la futilidad

Francina Armengol ha elegido el recurso de la confrontación con el Gobierno de Mariano Rajoy como estrategia políticaEs verdad que a estas alturas resulta cansino el sonsonete del “Madrid me mata”, pero hasta cierto punto es lógico dadas las circunstancias políticas y personales de la presidentaArmengol ha ejercido siempre de opositora y ni siquiera presidiendo el Govern puede dejar de obrar como lo que es. Por otra parte, su educación sentimental es la propia de una nacionalista en cuyos grupúsculos y capillitas militó antes de enrolarse en las filas del socialismo español, siguiendo la trayectoria de su padre. Armengol es una nacionalista de corazón que ha tenido que moderarse a la fuerza para aspirar a dirigir el PSIB, transformándolo en la medida de sus posibilidades en una formación que no le hace ascos al nacionalismo. Lo demuestra su complejo de inferioridad frente a los nacionalistas a los que considera sangre de su sangre.

Por si fuera poco, la falta de un programa de gobierno digno de este nombre –como se visualizó en el debate de investidura– y su más que probable incompetencia en la gestión no le dan otra opción que envolverse en la bandera del agravio territorialEl “Madrid me mata” siempre ha sido un magnífico disfraz para camuflar la futilidad que siempre ha caracterizado a la izquierda cuando ha gobernado estas islasArmengol quiere salvar el pequeño comercio de la “deslealtad traicionera” de Madrid, quiere gastar más de lo que le permite Madrid, quiere mejorar el “injusto” modelo de financiación negociado por Rodríguez Zapatero y Carlos Manera, quiere minimizar los efectos de una ley educativa que Madrid le obliga a aplicarreclama 1.300 millones de euros de unas inversiones estatutarias que se saca de la manga y que le habría negado Madrid, se lamenta la pobre de que Rajoy no tenga “una hora” para reunirse con ella. Cualquier circunstancia sirve para arremeter y quejarse de Madrid, el gran Satán. “Madrid no nos da ni agua”, brama Catalina Cladera. El problema de fondo de la izquierda balear es que nunca ha tenido programa alguno salvo el desalojo del PP de las instituciones, de ahí que buena parte de sus medidas sean reactivas contra todo lo realizado por este partido. No son capaces de hacer nada en positivo que dependa de su buen hacer, de sus propias ideas y de su propia capacidad de gestión, su genio es puramente destructivo. Sólo saben gobernar a la contra.

La equidistancia de ArmengolEn declaraciones a Europa Press, Armengol ha afirmado que el “el independentismo es simplemente un sueño”. Habrá querido decir que la “independencia es un sueño”, entendido como algo que carece de realidad y fundamento, sin posibilidades de consumarse. Porque el independentismo, con el que simpatizó de joven la inquera, no es ningún sueño, es una realidad palpable a poco que se dé una vuelta por Cataluña o eche una ojeada a sus socios de Més. En la entrevista a Europa Press, Armengol no expresa ningún rechazo moral, ético, cívico o democrático al independentismo como principio, sencillamente se limita a constatar sus escasas probabilidades de que triunfe. Por eso, se aparta de él con la dosis de realismo que se espera de una secretaria general regional de un partido tan español como el PSOE. El subconsciente le vuelve a traicionar en la entrevista cuando se sitúa en la equidistancia entre Rajoy y Artur Mas, como si el gallego tuviera en buena parte la culpa de los delirios de Mas. “Los dos gobiernos han preferido la bronca al acuerdo”, afirma Armengol, responsabilizando a Rajoy de lo ocurrido en Cataluña no por omisión sino por ¡exceso de acción! Por ser demasiado bronco. Finalmente, la de Inca defiende la incorporación de Baleares al Instituto Ramón Llull para ir de la mano de la sediciosa Generalitat porque “Baleares tiene una relación especial por cuestiones lingüísticas, históricas e identitarias”. Identitarias, nada menos. Y achaca al PP que “olvide estas cuestiones”. Para la inquera, aliarse con el gobierno de una región que se quiere “desconectar” de España en dos meses y que no tiene otra pretensión que quebrantar el marco constitucional y autonómico bajo cuyo paraguas ella es presidenta balear es tener un sentido “institucional” del que carece el PP. Y hacerlo, además, mediante alianzas lingüísticas y culturales cuando la lengua, precisamente, está al servicio del proceso separatista, le parece de lo más oportuno. cuando ni los separatistas de allá (ERC, CUP, parte de CDC) ni sus quintacolumnistas de acá (ERC, Més, Guanyem) han renunciado al proyecto pancatalanista que nos engloba a baleares y valencianos de acuerdo con la divisa “una lengua, una nación, un estado”. Para Armengol, nuesta integración al Llull viene a ser otra vuelta a la normalidad tras el estado de excepción de Bauzá. ¿Normalidad? Será la normalidad de alguien que en el fondo de su alma nunca ha dejado de ser una nacionalista que sigue creyendo en los Países Catalanes aunque admita la enorme dificultad de la empresa. Ahora bien, compromiso emocional contra el separatismo, ninguno.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, es 8-8-2015.

Es fracàs de s’estàndar de sa UIB

Fa estona que es concepte de llengua estàndar va deixar de ser equivalent a llengua literària (escrita, de “littera”: lletra). Amb s’irrupció des medis audiovisuals de masses, es paradigma de sa formalitat va deixar de ser sa literatura per deixar pas a s’oralitat. Com ha dit Màrius Serra, es medis de comunicació s’han convertit en “el primer aparador d’una llengua” que “ha arrabassat la centralitat social a la literatura”, un àmbit on se percep millor que des des cenacles acadèmics i de ses capelletes literàries quina és sa salut real de sa llengua i si es parlant se sent part o no des seu ús. Una evolució conceptual, emperò, que molts encara no han digerit. Per posar un exemple que mos toca de ben a prop, amb s’intenció de rebutjar s’ús de s’article baleàric en ets informatius d’IB3, encara l’any passat es nostros filòlegs de sa UIB mos entimaven sa “tradició literària” de s’arxipèlag com a principal motiu per oposar-s’hi. Com recorda Albert Pla Nualart, es cap des correctors des diari Ara, “sembla que alguns quan parlen d’estàndar encara estan pensant en la llengua literària. L’estàndar és avui sobretot oral i hi dominen els continguts informals i espontanis”

¿Què volem dir quan deim que s’estàndar de sa UIB ha fracassat? Volem dir que es model lingüístic que va proposar fa uns anys sa UIB relatiu a s’oralitat espontània per usos formals ha fracassat totalment. Senzillament, ningú l’usa, llevat que se reciti un text escrit en català estàndar. O sigui, que ningú l’utilisa quan ha d’improvisar. Hi ha diputats autonòmics que, quan reciten un text que duen preparat, ho fan en estàndar i amb s’article literari. Però a sa rèplica i a sa contrarèplica, quan no poden recórrer a cap text escrit, o sigui, quan no poden llegir i han d’improvisar, xerren en mallorquí i usen s’article salat. Lo mateix passa a missa: quan es capellà llegeix sa litúrgia ho fa en estàndar, però quan fa es sermó el fa en bon mallorquí… ¡i salant, clar! Lo mateix fan es professors quan fan classe, es periodistes quan participen a una conferència, a una taula redona o a una tertúlia. En una paraula, se sol respectar s’estàndar escrit però no s’oral. ¿Per què? Perquè lo natural és lo que acaba sortint quan xerram de forma espontània, perquè tothom sap que s’ús des mallorquí (menorquí i eivissenc) és perfectament apte dins un àmbit com són ses Illes Balears i perquè ningú veu sa necessitat de xerrar un estàndar que sa majoria veu com a postís, pedant i artificial.

Que hagi fracassat s’estàndar oral se constata de ses expectatives que tenien es filòlegs de sa UIB. L’any 1999 publicaren dos llibres de referència relatius an es model de llengua culta que, segons ells, s’havia d’utilisar a Balears: La llengua catalana a Mallorca. Propostes per a l’ús públic (Antoni I. Alomar, G. Bibiloni, J. Corbera, J. Melià) i Proposta de model de llengua per a l’escola de les Illes Balears (Antoni I. Alomar, J. Melià). Es dos llibres deixaven ben clar a qui anava dirigida sa seva proposta: “Els destinataris principals [de La llengua catalana…] són les persones que per la seva professió o activitat fan habitualment actes de parla en àmbits públics, com mitjans de comunicació, tribunes parlamentàries, aules universitàries, conferències i taules rodones, etc.”; i “la situació exemplificada [a Proposta de model... ] amb els ensenyants pot fer-se extensiva a la majoria d’activitats professionals de la societat actual (metges, polítics, representants, periodistes, etc.)”. Llavors, ets autors ja assenyalaven que es problemes que afectaven sa llengua escrita i sa llengua oral formal no eren es mateixos: “la llengua escrita encara no pateix tan greument les conseqüències de la anormalitat dels models lingüístics, perquè sol estar controlada per la figura del corrector. On el problema es més punyent és en el cas de la llengua espontània oral formal, massa allunyada de la llengua escrita, massa confosa amb els parlars casolans i massa interferida pel castellà”. Convé aturar-s’hi una mica: es problema de bon de veres residia, segons es nostros filòlegs, en sa “llengua espontània oral formal”, no en s’estàndar escrit, que sempre pot passar pes sedàs des correctors. Aquesta situació feia que, entre ses necessitats més urgents i prioritàries per sa normalisació de sa llengua catalana, aquests quatre professors considerassin prioritari i fonamental “vehicular models de llengua oral formal que (..) superin el col•loquialisme dels usos majoritaris actuals i acostin la llengua oral formal a la llengua escrita que avui és d’ús general (per exemple, amb la utilització de l’article estàndard, de les formes verbals i pronominals normatives o d’una sintaxi ajustada a les normes de la gramàtica)”. Era l’any 1999.

As cap de setze anys, no creim que aquests professors puguin estar gaire satisfets. Basta acostar-se qualsevol dimarts en es Parlament, o pegar un bot a sa UIB, a un institut de secundària o a un col•legi de primària, parar s’orella i treure conclusions. Sa pregunta és: ¿seguirà sa UIB aclucant ets ulls davant aquesta realitat i enganant-se ella mateixa? ¿No li convendria fer autocrítica i reconèixer que han volgut anar massa enfora, que han estat massa exigents amb tots noltros i que pentura s’haurien de plantejar s’elaboració d’un estàndar molt més pròxim a sa llengua viva des carrer amb el qual tots es balears mos poguem sentim més a pler i més identificats? ¿No és una norma una simple convenció que ha de servir per fer ses coses més funcionals i bones de fer?

Una llengua és un conjunt d’elements simbòlics i funcionals. Expressa una identitat però això no basta: ha de ser també una eina de comunicació eficaç. Un estàndar que no ha passat ni de bon tros s’examen de s’oralitat no pot ser considerat “funcional”. I si no funciona, hem de revisar-lo. Si sa majoria de balears no tenen problemes en xerrar es castellà, mos hauríem de demanar per què se neguen a xerrar en es seus usos més formals s’estàndar continental que aprenen a llegir i senten a TV3, C33 o IB3, i això quan aquesta resistència passiva, segons es nostros savis universitaris, els hauria de penalisar socialment. Senzillament, no el volem xerrar perquè no mos hi sentim còmodos, ni reconeguts, ni identificats.

Fa uns dies, va sortir una enquesta d’usos lingüístics que apuntava que només un 37% des balears tenen es català com a “llengua habitual” quan fa deu anys hi havia un 45%. Es catalanisme ho atribueix en exclusiva a s’immigració. Tanmateix, sabem que molts de pares catalanoparlants han desertat de sa seva llengua i xerren an es seus fills en castellà. Però es catalanisme no se demana per què, ni tan sols se planteja sa possibilitat que sa falta d’identificació de molts de parlants amb un estàndar que se veu imposat i impostat hi pugui haver contribuït de qualque manera. No hi ha cap fanàtic, però, que vulgui rectificar: si el món real no s’adapta a sa norma, serà que no els hi hem donat norma a bastament. ¿No volies norma? ¡Idò, tassa i mitja! Persistir en aquesta actitud seria un error. Però, alerta, no un error des savis que viuen dins ses seves torres de marfil –absolutament impotents per capgirar sa realitat, per molt bona voluntat que hi posin– sinó sobretot des nostros polítics que s’estimen més blindar sa seva autoritat per por de ser tatxats d’ignorants, com si aquest model fracassat fos sagrat i intocable. Es nostros polítics no han entès que triar un (o qualsevol) model de llengua (a Catalunya, a València o a Singapur) és una decisió política, no filològica. Si valencians i catalans tenen un estàndar autònom regional basat en sa seva llengua natural, ¿per què es balears no n’hem de tenir un d’adaptat a sa nostra manera de xerrar? Conservar una llengua implica sebre conjugar lo identitari i lo funcional. S’estàndar postís i estufat de sa UIB no ha conseguit ni una cosa ni s’altra.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, es 31-7-2015.

Huérfanos de identidad

Se lamentaba este martes el siempre brillante Arcadi Espada de que “las propuestas de los populistas españoles no se hayan sometido al juicio de la inteligencia y que haya vuelto a probarse que la altivez ideológica es el mejor camuflaje de la indigencia intelectual”. No le falta la razón.En España, el embrión de todos los populismos ha sido el nacionalismo al que algunos siguen dando pábulo al no someterlo al juicio de la inteligencia. Lo hemos vuelto a comprobar esta semana a cuenta de la tosca interpretación de los saldos fiscales calculados por el Ministerio de Hacienda.

Una fábrica de separatistas. El diario Última Hora ha decidido convertirse en una fábrica de separatistas. Como nos ilustra el caso catalán, no hay que infravalorar el papel de los periodistas en la construcción denaciones modernasLa prensa en castellano de las Islas está trufada de nacionalistas que no dan puntada sin hilo. La ideología les puede y no dudan en sacrificar la verdad por una buena causaEl pasado domingo la navarra Nekane Domblás (UH) repetía la misma jugada del año pasado volvía a dedicar dos páginas a todo color para enumerar todo lo que podría hacer Armengol con 1330 millones más en el bolsillo, la suma a la que asciende el último saldo fiscal de Baleares referido al 2012como ya les he ido informando. La que fuera subdirectora general de IB3 durante el segundo Pacte de Progrés interpretaba los 1.330 millones de euros que “se irían de Baleares y no volverían” como un “expolio” a nuestras islas. Se trata, como he repetido varias veces, de una burda manipulación en toda regla que debe ser denunciada, o cuando menos, sometida al juicio de la inteligencia, como dice Espada¿Por qué es una tosca manipulación considerar el montante de una balanza o saldo fiscal, el que sea, como un “expolio”? Porque dentro de estos 1330 millones hay una porción muy elevada distinta para cada autonomía– que no supone ningún agravio territorial, ya que es el resultado de la existencia natural de flujos de renta (en impuestos, cotizaciones sociales, prestaciones, pensiones, servicios) desde las autonomías, barrios, familias y personas más ricas a las autonomías, barrios, familias y personas más pobres. En concreto, en Balearesesta porción “no territorial” ascendería al 82,8% de estos 1.330 millones: 1.098 millones. El agravio a los baleares por el hecho de vivir en Baleares y no en otra autonomía se circunscribiría únicamente al 17,2restante (232 millones). El “expolio”, de existir, serían por tanto estos 232 millones, no los 1.330 millones desaldo total. Esto es lo que dice el informe de Hacienda, esta es la interpretación exacta de sus autores. ¿A qué nos conduciría el “no expolio” o dejar el saldo a cero que propugna DomblásNos llevaría a un escenario donde no habría redistribución de la riqueza, donde todos, fuéramos ricos o pobres, pagaríamos los mismos impuestos y recibiríamos las mismas pensiones y subsidios, al margen de nuestras posibilidades y necesidades. ¿Estaría de acuerdo Domblás con este paraíso de redistribución ceroMe temo que no. Estos 1.098 millones no son pues ningún agravio territorial: son el resultado de la solidaridad de los ricos hacia los pobressometidos ambos a los mismos criterios uniformes en toda España –salvando a vascos y navarros–. En las mismas condiciones e igual cotización, un pensionista de Baleares cobrará la misma pensión que otro de Extremadura. Estos 1.098 millones (o la parte proporcional relativa a pensiones) afloran por el hecho de que en Baleares el número de pensionistas es menor (o bien al ser nuestras pensiones más bajas porque el salario medio en Baleares es más bajo debido a nuestra singular economíaque en Extremadura, no porque se les trate de modo desigual. Lo mismo ocurre con los impuestos, los subsidios o las cotizaciones, donde se aplican criterios uniformes en toda EspañaHay que saber distinguir entre la solidaridad individual entre españoles, que debe mantenerse en principio y que supone entre el 70-80% de la balanza fiscal; los agravios territoriales que, a mi juicio, deben minimizarse y que suponen entre el 20-30% del total de la balanza. Y eso ocurrirá siempre, por mucho que cambie la metodología de cálculo, se imputen de forma distinta ingresos y gastos, se calculen saldos relativos o balanzas absolutas, o se utilice el enfoque flujo monetario en lugar deenfoque carga-beneficio.

Política disfrazada de culturaEn su etapa como conseller de Educación y Cultura (1999-2003)Damià Pons (PSM) fue uno de los artífices del Institut Ramon Llull (IRL). Alumbrado en 2001, el IRL se presentó como “un gran instrumento de salida exterior de nuestra lengua y de sus producciones culturales”. Años más tarde, en su libro “El jonc i l’aritja” (Ed. Lleonard Muntaner, Palma, 2006), el mismo Pons reconocía que la entrada en el IRL había tenido “una evident i important dimensió política. Nada nuevo bajo el sol, ciertamente, para alguien que siempre ha considerado a los mallorquines como “orfes d’identitat”, un pueblo colonizado y desorientado al que sólo Cataluña podía rescatar de su indignidad y vacío existencial. Queda claro que nuestra reincorporación al IRL es la enésima muestra de política disfrazada de actividad cultural, la sempiterna añagaza del catalanismo. Esta vez, sin embargo, nuestra subordinación vicaria a Cataluña es más grave todavía a tenor del excepcional y enrarecido clima político que vive aquella región donde los actuales inquilinos de la Generalitat están anunciando a bombo y platillo su pretensión de “desconectarse” de España tras las elecciones del 27-S. ¿Qué hace la consejera Esperança Camps afirmando que “comparte aspiraciones” con Cataluña, que quieren “ir juntos por el mundo”, que “quiere tender puentes y abrir puertas”, que “no quiere aislarse” de una región que aspira romper el marco constitucional y estatutario vigente, un marco que legitima y del que emana la autonomía balear bajo cuyo paraguas ella es ahora consejera?

Al parecer, Camps está encantada con el Procés y no le importaría engancharse al tren de Artur Mas y Oriol Junqueras. Establecer alianzas culturales y lingüísticas con Cataluña no es firmar un convenio de tipo sanitario o de ayuda a la dependencia. La consejera no debería tomarnos por tontos. El irredentismo catalán obedece a una ideología que tiene a la lengua, y no a la sanidad, como el pilar fundamental sobre el cual quiere construir una nación y un estado independienteY los impulsores de este Procés –y algunos de forma explícita: ERC, CUP, una parte de CDC– nunca han renunciado al sueño pancatalanista que, de consumarse, significaría nuestra fagocitación como pueblo en el magma de una Gran Catalunya (Prat de la Riba) o de los Països Catalans (Joan Fuster). Situarnos en el dominio pancatalán como hace Camps (“todos somos cultura catalana”, ha reiterado estos días) en unas circunstancias como las actuales es propio de irresponsabley de fanáticos nacionalistas que, como Damià Pons, ruegan a todas horas por que Cataluña nos salve de nuestra insignificancia como pueblo.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, s’1-8-2015.

¿Y el expolio de 3.500 millones?

Hace unas semanas me distraje viendo una tertulia sobre financiación autonómica en Canal 4. Los cuatro políticos mallorquines que hacían de tertulianos estaban de acuerdo en que las Islas estaban muy mal financiadas y que urgía cambiar el sistema de financiación. Por supuesto, lo hacían sin aportar un solo dato ni una sola idea precisa del tema, demostrando la ignorancia supina de los que hablan por boca de ganso y se dedican a repetir como papagayos las ideas dominantes. La mala financiación es una de estas ideas dominantes que firmaría cualquier lector de periódicos, incluso algunos creerán que, como los catalanes, también nosotros somos víctimas de un verdadero “expolio”. Es lógico que así sea ante la falta de información que se ofrece a los ciudadanos. Encima, cuando sale un estudio como el de esta semana sobre cuentas territorializadas referidas al año 2012, en vez de estudiárselo a fondo y aportar un poco de luz a unos ciudadanos que merecen ser informados y no manipulados, la consejera del ramo, Catalina Cladera, y su director general, Joan Carrió, no tienen nada más que decirnos que repetir lo de siempre, o sea, que este nuevo estudio corroboraría, ¡cómo no!, que estamos muy mal financiados. Y dale.

Lo primero, los datos. Antes de sacar ninguna conclusión, expongamos los datos que sí aparecen en el informe de marras relativos a Baleares. En primer lugar, se nos dice que tenemos un saldo fiscal negativo de 1330 millones de euros, el 5,08% del PIB regional, “impuestos que se van y no vuelven”. Se trata de un modo impreciso de hablar. Estos 1330 millones son la suma de los 39 millones de euros en impuestos y cotizaciones sociales que pagamos de más respecto a la media española y los 1291 millones que el Estado dejaría de gastar en Baleares. Hace tiempo que las Baleares dejaron de ser una comunidad rica, apenas ocupan el séptimo lugar en renta per cápita, de ahí que nuestro esfuerzo fiscal apenas sobrepase la media (+39 millones). En cambio, lo fundamental en nuestro caso reside en lo que el Estado dejaría de gastar en Baleares respecto a la media (+1291 millones). ¿De dónde salen estos 1291 millones de euros? El estudio del Ministerio de Hacienda lo desagrega en cuatro sumandos: a) las pensiones y prestaciones de desempleo que dejaríamos de percibir respecto a la media (728 millones); b) la promoción económica (163 millones) que dejaría de hacerse en nuestras islas; c) los intereses de la deuda pública estatal (190 millones) que pagamos de más; y d) un cuarto sumando denominado “gasto territorializable” (232 millones), que es dónde hay que buscar una hipotética discriminación territorial. De los cuatro déficits relativos anteriores sólo el último es problemático. En efecto, pensiones y paro son prestaciones de carácter personal que uno percibe en función de su cotización y de su salario, no del territorio donde vive. No suponen, por tanto, ninguna discriminación a los baleares por el hecho de vivir en las Islas. La promoción económica recoge las ayudas a empresas y sectores que se asignan con criterios económicos y sectoriales, no territoriales en principio. Bajo el epígrafe de “gastos (propiamente) territorializables” (232 millones), en cambio, agruparíamos aquellos servicios o prestaciones a los que los ciudadanos tienen acceso en función de su lugar de residencia: financiación de las administraciones autonómica (120 millones menos) y local (48 millones más), inversiones de la Administración central en infraestructuras (124 millones menos), ayudas regionales (32 millones menos), transporte, seguridad y gastos residuales (las competencias están transferidas) de la Administración Central en educación, sanidad, deporte o cultura a cargo de los Presupuestos Generales del Estado. En este “gasto territorializable” está el meollo de la cuestión.

Gasto en función del territorio. Este “gasto propiamente territorializable” (232 millones) sólo supone el 17,2% de todo nuestro déficit fiscal (1330 millones). Es decir, sólo la quinta parte de los 1330 millones representaría un “expolio” de verdad ya que podríamos atribuirlo al hecho de vivir en Baleares. Y, por tanto, sería el único exigible ante el Gobierno y demás autonomías ya que nos estarían castigando por el hecho de vivir en Baleares y no en otro sitio. En cambio, el 82,8% restante, más de las cuatro quintas partes de los 1330 millones que “se van pero no vuelven”, no supondría realmente ningún agravio territorial. Si usted viviera en Extremadura y su cotización fuera la misma que viviendo aquí en Baleares, recibiría la misma pensión. Que usted reciba una pensión superior o inferior no depende de donde viva, sino de lo que ha cotizado. No sufre, por tanto, ninguna discriminación por razones de territorio.

El peso de la financiación. Como he señalado, la financiación autonómica es una partida más de las que contribuyen a este gasto propiamente territorializable (232 millones). Una más. Según el informe, Baleares recibiría 120 millones menos que la media nacional. Sin embargo, los ayuntamientos recibirían 48 millones de más. Como podemos ver, la financiación autonómica tiene poco peso (un 9%) en relación al déficit total (1330 millones). Como habrán podido deducir, quien confunde una balanza fiscal con una evaluación del sistema de financiación no sabe de lo que habla.

Cada vez mejor. Los distintos estudios que últimamente se han venido realizando de cuentas territorializadas –según el criterio carga-beneficio– han ido reduciendo el agravio fiscal de Baleares. En efecto, en 2005, el déficit balear era de 1684 millones, en 2011 fue de 1483 millones y en 2012 de 1330 millones. Lo mismo puede decirse de los estudios sobre financiación autonómica. Bauzá y Armengol han sido los presidentes más afortunados de Baleares en tanto que han contado con muchos más recursos que ningún otro para abordar sus presupuestos y los que menos razones objetivas tienen para quejarse. Lloriquean de vicio. Se mire por donde se mire, no aparecen por ninguna parte los míticos 3.500 millones de “expolio” que denuncian Jaume Font, Biel Barceló y demás fauna nacionalista. Ni tampoco los 2.000 millones que el otro día se sacaba de la chistera el columnista Miquel Segura (UH). Sin ofrecer tampoco ningún dato, por supuesto. El nacionalismo no maneja datos, sólo gestiona fe.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, es 25-7-2015.

Las trompetas de la dignidad

RAMON AGUILÓ

Es verano. Tiempo de vendimia y de opulencia. Es hora de recoger los frutos. Pero no directamente y con brío, al ritmo de los latigazos ardientes que caen del cielo, con las manos sucias y soeces de alguien que esconde algo más que un alma hambrienta. La estrategia debe ser más pausada, casi orteguiana. Sin prisas, pero con paso firme.

Y eso lo sabe de sobra la Obra Cultural Balear que, al igual que los israelitas cuando quisieron penetrar Jericó, se aproxima a su destino mediante rodeos concéntricos y dando al aire un vario son de trompetas para despistar a la fortaleza.

El primero cerco fue el célebre decálogo nacionalista que antes de las elecciones firmaron con dicha institución todos los partidos de las Islas salvo C’s y PP, comprometiéndose a ningunear a los castellanohablantes rebautizando el catalán como la única lengua vehicular y de prestigio de la comunidad. Ahora, una vez las están arcas en manos de los socios, ya toca acercarse casi hasta el roce, reuniéndose con este alcalde, regidor o este consejero y tomar, por fin, el anhelado botín, que no es otro que las subvenciones públicas.

Concentrémonos en las trompetas del despiste, fijémonos en su melindrosa melodía. ¿Qué resuena por los aires? Una sola consigna de tintes casi misericordiosos que anida por todos los periódicos las últimas semanas: «Hay que devolver la valoración social, la dignidad a la lengua catalana». La dignidad, entendida desde la ideología que aquí balbucea, tiene muy poco de dignidad, pues tiene su razón de ser en la negación y la anulación de otra lengua, en este caso el castellano. Aunque, visto más de cerca, se trata incluso de una doble negación o discriminación, ya que lo que llamamos lengua catalana no es más que el dialecto estándar barcelonés, una variedad lingüística que en el futuro recibirá dinero y otras armas para someter, primero, al castellano y, segundo, al dialecto balear o mallorquín.

Uno puede debatir eternamente sobre lo que pueda ser la dignidad de una lengua; lo que está claro es que la dignidad de algo, incluso de una lengua, no se puede imponer jamás. Y frente a dicha mezquina falacia de la dignidad lingüística, está, además, la dignidad humana, que radica en garantizar a cada hablante de nuestra sociedad bilingüe la libertad de comunicarse y formarse en su lengua predilecta. Pues tal es el tema que de verdad importa y se olvida: la dignidad de los hablantes baleares, y no de la caprichosa lengua catalana.

Y déjense de trompetas que escupen infamias. Vuelvan a Chet Baker, Lee Morgan o Clifford Brown.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, es 17-7-2015.

Vuelta a la normalidad

El vuelco electoral ha sido presentado por la parroquia nacionalista como una vuelta a la normalidad. Así, por ejemplo, nos prometen ahora un curso “normal” los mismos que hace un año abogaban por que no lo fuera. O como el diario Ara Balears, cuando afirma que el reingreso al Instituto Ramón Llull (IRL) significa “normalizar” las relaciones de Baleares con Cataluña. O como el regreso al anterior modelo lingüístico de IB3 bendecido por la UIB, presentado como otra vuelta a la normalidad. Nada obsesiona tanto al catalanismo como la normalidad, un término que nunca se les cae de los labios. Norma, normal, normalidad, normativa, normativizar, normalizar, normalización. En principio, no debería extrañarnos esta curiosa pulsión entre aquellos que han convertido la Norma por excelencia –la fabriana, naturalmente– en sus Tablas de la Ley y a Fabra en Sant Pompeu Fabra. La divinización de la norma y el endiosamiento del codificador de la lengua van de “soi” en un movimiento cuyos integrantes apenas han concebido ningún otro oficio que el de corrector o maestro de escuela. La literatura catalanista, por otra parte, rebosa de expresiones como “en un país normal”, “en una lengua normal”, “en una situación normal”, dando a entender que Mallorca, España, o los que tenemos la desgracia de no ser nacionalistas, no somos normales. Los normales serían ellos, los demás seríamos anormales, paranormales o subnormales, en cualquier caso, raros.

¿En qué consistiría esta “normalidad” de la que alardean los trompeteros catalanistas? ¿Cuál sería la dichosa norma que separaría a los normales -ellos- de los anormales –todos los demás? No se hagan ilusiones. Raramente aparece alguien que nos explique de modo claro y diáfano en qué consiste esta normalidad y esta superioridad moral que dimana de ella. Ningún periodista, editorialista, columnista o político de los que nos han estado bombardeando estos días con la vuelta a la normalidad nos ha explicado en qué consiste. El discurso nacionalista tiene este aire de familia que parece dirigido únicamente a los que ya son nacionalistas, como si fuera una conversación familiar, de consumo interno, esotérica, al alcance sólo de los elegidos. El nacionalismo en Baleares nunca ha forjado un discurso público con argumentos explícitos para convencer a los no convencidos y dirigido a una opinión pública adulta y plural. Su hipotética normalidad es un tópico más de la tupida red de sobreentendidos que dejan caer sin llegar nunca a explicarlos. “En una situación normal, la lengua catalana sería la única vehicular en la enseñanza”, nos espetan a bocajarro. La frase empieza haciendo acopio de una normalidad que se presupone… para concluir con un pronunciamiento que se deriva sin solución de continuidad de la premisa inicial. Pero…¿a qué “situación normal” se refieren? 

 

La normalidad sin tapujos. Para saber en qué consiste la normalidad de la que alardea a todas horas el catalanismo hay que profundizar en la literatura de sus referentes intelectuales: Gabriel Bibiloni, Jaume Corbera, Damià Pons, Isidor Marí o Bernat Joan. No es casualidad que todos sean filólogos catalanes y no precisamente estudiosos de su literatura, sino sociolingüistas. La razón que da sentido a sus vidas es la salvación de la lengua catalana amenazada por múltiples peligros. Dadas las resistencias sociales y políticas que se interponen en su camino, todos ellos han llegado a la conclusión de que sólo un Estado independiente podría salvar el idioma. El nuevo Estado debería ser monolingüe en catalán, la lengua “nacional”, como lo es el italiano en Italia, el francés en Francia o el alemán en Alemania. No quieren ser más que los demás, sólo como ellos. Normales, vaya. Un país normal es un país con una lengua nacional que debe diferenciarse de las lenguas circundantes –a las que tratará de tú a tú– mientras logra la unidad interna arrasando con todos los dialectos exceptuando aquel que, por razones demográficas, políticas, personales, filológicas o culturales, se ha convertido en la lengua supradialectal, en estándar. Así pues, los mallorquines debemos resignarnos a perder el mallorquín de nuestros padres porque,en última instancia, el estándar que, en sus primeras fases sólo aspira a ocupar los ámbitos públicos y más formales, a largo plazo termina arramblando irremisiblemente –al desaparecer de todos los espacios públicos y prestigiosos– con el resto dedialectos no elegidos por la Historia. Es lo que ha ocurrido, ni más ni menos, en todos los países “normales”: Italia, Alemania… Así es la vida. De ahí su odio a las modalidades insulares ya que su fomento se interpondría en su programa irredentista. 

Todo lo que nos aleje de este escenario o nos desvíe de las tareas urgentes y necesarias para trabajar en la construcción de este país “normal” con el que sueñan nuestros filólogos deja de ser percibido como normal. El proyecto de “una lengua, una nación, un estado” es lo que da patente de normalidad o no. Nada más. Cuando oigan hablarles de “normalidad” ya saben a qué normalidad se refieren. Alguien podrá objetarme que exagero. En absoluto, lean a estos autores y se darán cuenta de ello. Es más, si su verdadero proyecto no fuera éste y aceptaran una solución de compromiso como la coexistencia de varias lenguas en nuestra geografía insular, aceptando el marco estatutario y constitucional, no les importaría debatir sobre los objetivos reales de la normalización lingüística, si hay que revisar sus objetivos después de treinta años, si es ético o no que la Administración priorice el aprendizaje –bastante precario, además– de una lengua sobre la propia enseñanza, si apoyar una lengua debe afectar y cómo a la comunidad castellanohablante, si estamos dispuestos a sacrificar o no nuestras modalidades, etc. Todo esto debería discutirse en un debate público, franco y abierto entre todas las partes que tienen opiniones diversas sobre el tema. En cambio, todos prefieren “fer i callar”, la política de hechos consumados y aferrarse a la lengua de madera para salir del paso. “−La lengua es una”, ha afirmado con solemnidad la nueva consejera de Cultura, Esperança Camps, para justificar la “rentrée” de la UIB en IB3, como si Mariantònia Lladó y el resto de filólogas que le han acompañado en su ardua tarea de balearizar el ente lo hubieran puesto en duda alguna vez. O como si reingresar en el IRL fuera sinónimo de “normalizar las relaciones con Cataluña”, una autonomía, por cierto, que lleva unos años por unos derroteros de lo más normales. Normalísimos, diría yo.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, es 18-7-2015.

Sa Fundació Jaume III demana a sa consellera de Cultura que no només se reunesqui amb entitats afins

Sa recuperació de ses relacions des Govern amb s’OCB no hauria de significar rompre ses relacions amb altres entitats que també tenen qualque cosa a dir sobre sa llengua – Esperança Camps hauria de fer costat a un estàndar autònom que tengui com a referència ses Illes Balears perquè es balears s’hi sentin reconeguts i identificats

Sa Fundació Jaume III demana a sa consellera de Participació, Transparència i Cultura que sa recuperació de relacions des nou Govern amb s’OCB no impliqui sa ruptura de ses relacions amb entitats com sa nostra que, maldament no siguin afins a s’ideari des partit de sa consellera, sí que representen molts de ciutadans que mos fan costat. Seria un contrasentit que una consellera que se diu de “participació” i “de transparència” tancàs ses portes a associacions no afins però que també tenen moltes coses a dir en relació amb so model d’estàndar vigent.

Camps sap perfectament que s’estàndar oral que s’utilisava a Canal 9 on va ser periodista no tenia res a veure amb s’estàndar que li arribava de TV3 i que una llengua, tot lo unitària que se vulgui, pot ser an es mateix temps “polimòrfica” (distintes variacions formals i lèxiques en funció des territori) i “policèntrica” (se dicta sa norma des de diferents centres acadèmics: IEC i Acadèmia Valenciana de la Llengua).

Unitat no vol dir uniformitat i sa llengua catalana és un bon exemple de diversitat. No només té dos estàndars autònoms per medis audiovisuals clarament definits València i Barcelona que priorisen es lèxic i ses variacions formals pròpies de cada un d’aquests territoris, sinó que fins i tot hi ha dos centres (IEC i AVL) que dicten normes que, en determinats aspectes (accentuació i lèxic, per exemple), són contradictòries. De sa mateixa manera que ni sa llengua ni sa norma ni s’estàndar són unívocs ni unitaris, tampoc ho és sa societat civil, que té diferents punts de vista sobre sa qüestió.

No creim que sigui demanar massa que, des de Balears, igual que han fet a València i Barcelona, fomentem, d’acord amb s’article 35 de s’Estatut d’Autonomia, un estàndar oral per IB3 que tengui com a principal referència ses Illes Balears –s’auditori, en definitiva, a què se dirigeix sa nostra televisió autonòmica–, un model funcional en el qual es balears se sentin identificats i reconeguts. En això consisteixen es registres, adaptar-se en tot moment a s’auditori a què te dirigeixes. Aquestai no cap altra, és sa responsabilitat de Camps.

¿Llengua? Ni parlar-ne

En es debat d’investidura de la setmana passada, Francina Armengol va respondre an es diputat de C’s, Xavier Pericay, que no la cercàs per xerrar de llengua ni entrar en debat sobre aquesta qüestió. Lo curiós va ser veure com arrufava es nas, sa vessa amb què sa Presidenta li va contestar i sobretot es seus silencis clamorosos –no va dir res des foment de ses modalitats reconegudes a s’article 35 de s’Estatut–. Una sensació que vàrem veure confirmada el sendemà quan certs periodistes a ses seves cròniques polítiques li varen retreure un altre pic a Pericay que “només” xerràs de llengua, una exageració, clar, −bastar llegir es seu discurs per temer-se’n−, però que denota s’incomoditat de ses nostres elits polítiques, però també periodístiques, a s’hora de tocar una qüestió que s’ha convertit en una espècie de tabú. Almanco, xerrar-ne des d’una perspectiva diferent an es tòpics assumits per sa majoria. Se podria arribar a sa conclusió que els avorreix o que no els interessa es tema però llavors resulta que pràcticament totes ses primeres mesures i anuncis des Govern Armengol estan relacionats amb sa llengua: derogació des TIL, derogació de sa Llei des Símbols, anunci de sa tornada d’un model lingüístic a IB3 beneït per ses autoritats universitàries i anunci que es català tornarà a ser sa llengua vehicular a s’ensenyança, com si ho hagués deixat de ser-ho qualque vegada. D’això se’n diu fer es desmenjat amb talent.

Lo mateix podem dir de s’anomenat “sector regionalista” des Partit Popular. Que si han de tornar an es regionalisme, o an es canyellisme, però ningú mos diu exactament en què consisteixen aquests “revivals”, encara que tots intuïm de què va la cosa. Pareix que sa dreta tampoc vol xerrar de llengua i per això s’estimen més amagar-se darrere “regionalismes” i “canyellismes” eufemístics. N’hi ha que diran que és normal que es PP no en vulgui parlar, escaldat pes mals resultats electorals. Tanmateix, però, tampoc es PP d’en Bauzá va voler xerrar mai de llengua i mostrava sa mateixa incomoditat. Li feia pànic debatre-ne. Una anècdota significativa: sa Fundació Jaume III li va demanar més d’una vegada a José Manuel Ruiz, director llavors d’IB3, un debat obert amb s’Obra Cultural Balear. Mos va dir que no seria possible perquè OCB s’hi negava en redó.

¿Per què una qüestió tan important i decisiva políticament resulta tan incòmoda per tothom? ¿Per què no en volen discutir a un debat franc, obert i públic? ¿Per què uns i altres s’estimen més fer… i callar? ¿Per què a Catalunya mateix hi ha molt més debat i molt més pluralisme (drets lingüístics, normalisació i lliberalisme, models de llengua, qüestionament de sa normativa fabriana) que a ses Balears? ¿Per què aquí n’hi ha molts que en volen fer una qüestió d’Estat, o sigui, deixar-la de banda des debat públic però, mentrestant, fer la seva?

Sa resposta és que aquí a Balears, precisament per falta de debat, de lucidesa i de coratge entre ses nostres elits intel•lectuals, s’ha acabat imposant un discurs hegemònic que aspira a dominar tota sa societat. Un discurs immune a ses crítiques i que exclou totes aquelles opinions alternatives o distintes que se puguin tenir sobre sa llengua. Un discurs format per un número reduït de tòpics que mai s’han explicat a fons –ni tampoc ses conseqüències que comporten–, que van “de soi” i que se repeteixen de forma recurrent i obsessiva, sempre legitimats per una suposada “cientificitat” i per s’argument ad baculum des nostros “savis” universitaris. I d’aquí no en sortim.

Lo característic d’aquest catalanisme de panfonteta però dominant a Balears és sa falta absoluta de reflexió. Se donen per definitius, per necessaris, per immutables, per inexorables i lògicament per superats una sèrie de conceptes (pensem, per exemple, en termes com “normalisació lingüística”, “política lingüística”, “llengua pròpia”, “llengua estàndar”, “diglòssia”) que duen incorporats un arsenal de partits presos que serien lo que realment s’hauria de discutir. ¿Què vol dir “normalisació lingüística”? ¿Ha de durar sempre o transitòriament? ¿Quins objectius finals se marca si se’n marca qualcun? ¿Ha d’afectar aquesta normalisació es drets de s’altra comunitat lingüística: sa castellanoparlant? ¿Per què i com? ¿És legítim que es poders públics intervenguin activament per crear una societat nova, lingüísticament parlant? ¿És legítima s’enginyeria social a societats demolliberals que tenen s’individu com s’únic subjecte de dret? ¿S’ha de rectificar qualque cosa si as cap de trenta anys no ha donat es resultats esperats? I així podríem continuar amb la resta de termes que, en es parer des catalanisme imperant, se presenten com una necessitat històrica i se donen sempre per descomptats i davant es quals no mos queda dir sinó amén.

Tot això, naturalment, no s’ha discutit mai a Balears. Ni per part de sa dreta –perquè en sap poc– ni tampoc per part de s’esquerra –perquè se pensa sebre-ne massa–. Es cas és que s’irreflexió i sa falta d’idees són es seu estat natural. Ara pareix que uns i altres volen tornar a sa comunió mística que els unia abans que Carlos Delgado introduís elements de discòrdia i divisió que es nostros benpensants (a la dreta i a l’esquerra) han decidit condemnar com a altament nocius. És curiós. As cap d’un any i mig, sa Fundació Jaume III no ha rebut ni una sola crítica intel•lectual solvent, ni per part de cap periodista escandalisat ni tampoc per cap des nostros filòlegs de referència. Ni una. Ses “crítiques” han consistit en insults (“ignorants”, “acientífics”, “absurds”), befes, tergiversacions grolleres de lo que realment defensàvem, judicis d’intencions a veure si trobaven es nostro pecat original. Això, aquells que mos han fet cas. Ets altres ni això: llei des silenci, sobretot per part des dos diaris més llegits a Mallorca.

Hem pogut constatar en què consisteix es maniqueisme: s’altre (o sigui, qui no forma part de s’unió sagrada) es qui “en sap” però “diu mentides” (per interessos inconfessables) o qui “no en sap” i “s’engana” (per ignorància). Es nostros, en canvi, són es qui “en saben” i “diuen sa veritat”. Es discurs des catalanisme fluixeja molt més de lo que aparenten es seus incontestables triumfs. Per això, estan sempre a la defensiva i necessiten concebre s’altre com a sospitós, errat de comptes, o directament culpable, mai com a complementari que pugui tenir una part de sa raó. I també hem pogut constatar aquest típic aire de família d’unes elits que han perdut es costum de fer explícits es seus arguments per falta de debat i on es proverbial “tu ja m’entens” ho presideix tot.

Es catalanisme d’aire “científic” –s’invocació a sa ciència té un poderós efecte legitimador– a Balears és un exemple claríssim de lo que s’escriptor polonès i premi Nobel Czeslaw Milosz va definir com a “pensament captiu”. Amb aquest terme Milosz analisà fil per randa es procés de conversió a través des qual ses ments més lúcides d’una societat renunciaven progressivament a sa raó per transformar-se ells mateixos en eines d’una ideologia que se confon amb so poder. O que és es poder mateix. Una ideologia que, curiosament, també apel•lava a sa ciència encara que, a s’hora de sa veritat, hagués renunciat an es vertader esperit científic que comporta fer hipòtesis i refutacions, no repetir tòpics com a lloros. Aquesta ideologia s’anomenava socialisme “científic”. També. Una altra broma de s’història.