Las trompetas de la dignidad

RAMON AGUILÓ

Es verano. Tiempo de vendimia y de opulencia. Es hora de recoger los frutos. Pero no directamente y con brío, al ritmo de los latigazos ardientes que caen del cielo, con las manos sucias y soeces de alguien que esconde algo más que un alma hambrienta. La estrategia debe ser más pausada, casi orteguiana. Sin prisas, pero con paso firme.

Y eso lo sabe de sobra la Obra Cultural Balear que, al igual que los israelitas cuando quisieron penetrar Jericó, se aproxima a su destino mediante rodeos concéntricos y dando al aire un vario son de trompetas para despistar a la fortaleza.

El primero cerco fue el célebre decálogo nacionalista que antes de las elecciones firmaron con dicha institución todos los partidos de las Islas salvo C’s y PP, comprometiéndose a ningunear a los castellanohablantes rebautizando el catalán como la única lengua vehicular y de prestigio de la comunidad. Ahora, una vez las están arcas en manos de los socios, ya toca acercarse casi hasta el roce, reuniéndose con este alcalde, regidor o este consejero y tomar, por fin, el anhelado botín, que no es otro que las subvenciones públicas.

Concentrémonos en las trompetas del despiste, fijémonos en su melindrosa melodía. ¿Qué resuena por los aires? Una sola consigna de tintes casi misericordiosos que anida por todos los periódicos las últimas semanas: «Hay que devolver la valoración social, la dignidad a la lengua catalana». La dignidad, entendida desde la ideología que aquí balbucea, tiene muy poco de dignidad, pues tiene su razón de ser en la negación y la anulación de otra lengua, en este caso el castellano. Aunque, visto más de cerca, se trata incluso de una doble negación o discriminación, ya que lo que llamamos lengua catalana no es más que el dialecto estándar barcelonés, una variedad lingüística que en el futuro recibirá dinero y otras armas para someter, primero, al castellano y, segundo, al dialecto balear o mallorquín.

Uno puede debatir eternamente sobre lo que pueda ser la dignidad de una lengua; lo que está claro es que la dignidad de algo, incluso de una lengua, no se puede imponer jamás. Y frente a dicha mezquina falacia de la dignidad lingüística, está, además, la dignidad humana, que radica en garantizar a cada hablante de nuestra sociedad bilingüe la libertad de comunicarse y formarse en su lengua predilecta. Pues tal es el tema que de verdad importa y se olvida: la dignidad de los hablantes baleares, y no de la caprichosa lengua catalana.

Y déjense de trompetas que escupen infamias. Vuelvan a Chet Baker, Lee Morgan o Clifford Brown.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, es 17-7-2015.

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