El enésimo fraude del catalanismo

No creo que sea necesario insistir en el apego del catalanismo por el engaño. Durante lustros negaron que aquí en Baleares se había implantado por la vía de los hechos un sistema de inmersión lingüística obligatoria, un fraude de ley puesto que nunca tal sistema pasó por el tamiz de la cámara autonómica. El catalanismo negaba los hechos  al aducir que oficialmente “no había inmersión” e invocar un decreto de mínimos que sólo fijaba un mínimo de un 50% de horas en catalán. Ya sabemos como el decreto de mínimos se fue transformando en uno de máximos sin que sus ejecutores, ni los partidos que les han estado amparando, tuvieran la valentía de legitimar la inmersión por ley, abiertamente y sin trampantojos.

Hace un año y medio, el deseo del Govern de adaptar ¡de verdad! los libros de texto a las modalidades insulares se encontró de nuevo con el mismo apego a la mentira. Lo primero que adujeron los catalanistas fue una media verdad: los libros “ya” se adaptaban a las modalidades insulares, reconocidas, mal que les pese, en los dos estatutos de autonomía que hemos tenido hasta ahora. Y, del mismo modo que la sombra sigue al cuerpo, la coacción siguió imperturbable al engaño. Los claustros de profesores amenazaron a las editoriales con no comprarles los libros si se atrevían a aceptar las subvenciones del Govern para balearizarlos. El STEI no vaciló en engañar a las familias haciéndoles creer que lo que pretendía el Govern era balearizarlos siguiendo la ortografía del siglo XIX que utiliza la Academia de la Lengua Balear. Ya se sabe, en el catalanismo, como en cualquier movimiento totalitario, anidan dos pulsiones incontrolables: la mentira –una forma de violencia, como sabemos– y la eliminación del advesario mediante coacciones y amenazas.

Cuando Xavier Pericay y un servidor nos propusimos evaluar si los libros de texto de las principales editoriales de las Islas Baleares (Anaya, Santillana, Vicens-Vives) se adaptaban o no a las “modalidades insulares” sabíamos que las conclusiones debían despejar dos preguntas fundamentales. En primer lugar, si los libros con el distintivo “Illes Balears”, o sea, adaptados en teoría al balear, realmente lo estaban o no y en qué grado lo estaban. Quiero recordar que tal adaptación no es un capricho de este Govern sino que lo exige el mismísimo “decreto de mínimos” (en sus artículos 3 y 23, decreto 92/1997) que ahora invocan a todas horas los catalanistas para volver a las andadas e imponer la inmersión en catalán. Claro está que los catalanistas, intérpretes únicos y absolutos de las disposiciones legales en materia lingüística, con el permiso de los magistrados del TSJB, no moverán un ápice para hacer cumplir la ley en este sentido. “Los proyectos editoriales tienen que respetar las modalidades insulares en lengua catalana”, reza el artículo 23 del decreto de mínimos. La segunda cuestión a resolver era indicar qué aspectos de la lengua (morfología verbal, léxico, indefinidos, artículo literario/salado, morfología no verbal, usos pronominales, etc..) estaban adaptados o no al mallorquín.

Antes, sin embargo, debíamos resolver una cuestión preliminar que hasta ahora nadie ha querido resolver. ¿Qué entendemos por “modalidades insulares”? Pues bien, con el ánimo de que nadie pudiera poner un pero al estudio de 37 páginas, decidimos dejar de lado los aspectos más controvertidos como el artículo salado y los usos pronominales (pronombres fuertes y débiles) que, aun siendo normativos, son relegados al ostracismo de la informalidad por la normativa oficial del Institut d’Estudis Catalans. De este modo separábamos lo que son estrictamente “registros” (formales/informales) de lo que son las “modalidades insulares”, saliendo al paso de algunas críticas al respecto. Sigo pensando que la teoría de los registros que esgrimen a todas horas los partidarios de la estandarización a ultranza no es más que una estratagema diabólica para terminar con nuestras modalidades. Aun así, asumimos el envite convencidos de que, incluso dentro de la más estricta normativa que nos permite el IEC y respetando los dichosos “registros”, no sería difícil concluir que su adaptación al balear era penosa.

Ya conocen el resultado. El estudio ha demostrado que de aquellos aspectos analizados sólo se adaptan a nuestras modalidades la morfología verbal (y no siempre), el artículo personal (En Joan, Na Maria, N’Esperança) y algo de vocabulario, el más doméstico y elemental. Nada más. La morfología no verbal (cuantitativos, indefinidos), la mayor parte del léxico y los usos conjuncionales y preposicionales no se adaptan. Esto significa, lisa y llanamente, que los normalizadores y técnicos lingüísticos de nuestras editoriales de cabecera, a la hora de elegir entre una solución del catalán central y una solución balear, aunque ambas sean correctas y dentro de la sacrosanta norma, se decantan casi siempre por la primera. A esto hay que añadir, además, la constatación –para constatarlo no hacía falta ningún estudio, claro– de que el artículo baleárico y los prononbres tal como los usamos en Mallorca y Menorca han sido erradicados por completo.

En suma, tras analizar 18 libros de texto de las asignaturas de Catalán y Conocimiento del medio, podemos concluir que la adaptación de los libros al mallorquín, menorquín e ibicenco es insuficiente a todas luces. El enésimo fraude del catalanismo.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, el 25-10-2014

Se descarregui aquí, si vol, s’informe sobre es llibres de text.

Defensa de “lo nostro”

Los Estatutos de las Autonomías con dos lenguas reconocen la cooficialidad de las lenguas regionales junto a la lengua común de la nación, que según la Constitución, es el castellano o español. Como sucede en el de la Comunidad Valenciana que reconoce como lengua cooficial el valenciano, cuando, según los uniformizadores de la “unidad lingüística del catalán”, tendría que denominarse “catalán”, que es cómo se ha denominado, absurdamente y sin consultar al pueblo, a nuestro mallorquín, menorquín, e ibicenco, en el actual Estatuto balear.

“El nombre de la lengua no es importante”, decían y dicen. Pero ese fue el pistoletazo de salida para la posterior catalanización, subvencionada, de Baleares. A través de la lengua. A través del catalán.

Yo no soy filólogo, ni pretendo enseñar a nadie, pero en la Fundación Círculo Balear desde hace más de 10 años, contamos con filólogos y lingüistas titulados que realizan interesantes trabajos al respecto, que no caen en la dictadura normativista del catalán estándar, por ser ésta contraria a nuestra identidad lingüística y a nuestra verdadera historia. Sólo queremos apoyar una manera de escribir utilizando nuestras palabras, dichos y giros. Así, trasladamos a las autoridades las reivindicaciones de una importante parte de la población que no acepta las imposiciones catalanistas que provocan la pérdida de nuestra auténtica forma de hablar, que hemos recibido de nuestros antepasados.

Los catalanistas no entienden que para que los mallorquines, menorquines e ibicencos apreciemos la lengua, primero tenemos que sentirla como nuestra, y nosotros sentimos el catalán como una lengua hermana, no como la madre de la lengua balear. Por eso reivindicamos que en Baleares se hable y escriba empleando todas las palabras mallorquinas, menorquinas, e ibicencas posibles, para que se escuchen, reconozcan y respeten.

Nuestras “modalidades insulares” tienen suficiente entidad desde el punto de vista histórico, filológico, lingüístico y cultural como para no tener que estar sometidas a un catalán estándar que, precisamente, acaba con la protección que en teoría exige nuestro estatuto de autonomía en su artículo 35. Queremos que los niños de Baleares puedan aprender la lengua y la historia de Baleares sin manipulaciones ni tergiversaciones pancatalanistas.

Como dijo el escritor mallorquín Llorenç Villalonga: “Estamos convencidos de que nuestra identidad no peligra frente al castellano ni el inglés, pero sí frente al catalán”.

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Publicat a mallorcadiario.com, el 16-10-2014

Unos magistrados algo despistados

 

“La institución oficial consultiva para todo lo que se refiere a la lengua catalana será la UIB” (artículo 35.2, Estatuto de Autonomía). Este mandato estatutario ha bastado para tumbar el Decreto 15/2013, más conocido como TIL. El razonamiento que, con idénticos argumentos, siguen los magistrados del TSJB en su estimación de los recursos de UGT, CCOO y STEI contra el decreto TIL es el siguiente. Primero se preguntan si cambiar un modelo educativo bilingüe a uno trilingüe afecta a la lengua catalana y a su normalización. Y llegan a la conclusión, trivial, de que sí. Acto seguido se preguntan si es preceptivo (obligatorio) o no consultar a la UIB y llegan a la conclusión de que también.

Lo realmente mollar en todo el debate jurídico que se suscita en las tres sentencias se insinúa tangencialmente por parte de los servicios jurídicos del Govern, cuando recuerdan que el artículo 35 del Estatuto no ha sido desarrollado por ninguna ley –la disposición adicional tercera de la Ley de Normalización Lingüística de 1986 repite sin más el artículo 35.2 referido– y que, en consecuencia, no se ha definido todavía lo que significa “para todo lo que se refiere a la lengua catalana”, algo fundamental antes de saber cuándo y en qué materias hay que consultar a la UIB. Y si hay que hacerle caso o no, es decir, si sus informes son vinculantes o no. En efecto, ¿qué significa “para todo lo que se refiere a la lengua catalana”? ¿A su fijación normativa únicamente, delegada por la UIB a su Departamento de Filología Catalana en 2003? ¿O también a todo lo que afecta a la política lingüística en general que, como indica su nombre, es política, como puede ser la aprobación del Decreto de Mínimos, el propio TIL, las reformas de la propia Ley de Normalización Lingüística llevadas a cabo o la misma existencia de la Junta Avaluadora de Català? ¿Deben consultarse a la UIB medidas políticas y claramente ideológicas, como el hecho de que la Administración deba ser o no bilingüe, los médicos deban tener o no un determinado nivel de catalán, o si el nivel de los alumnos que terminan el bachillerato debe ser homologable o no al nivel C? En definitiva, lo que trato de explicar es que la mayor parte de las medidas que afectan a la normalización lingüística son de tipo político y que, sinceramente, no sé qué pinta la UIB opinando sobre estas cuestiones. De hecho, los magistrados deberían saber que el introductor en España de los términos “normalización lingüística”, “bilingüismo” o “diglosia”, Lluís Vicent Aracil, padre de la llamada Sociolingüística Catalana, no tenía reparos en admitir que la “normalización lingüística” –el equivalente a lo que se llama “linguistic planning” en otros países– era un programa político. Ni más ni menos. Cualquiera que lea sus “Papers de sociolingüística” (1982) se dará cuenta de que, en efecto, la normalización no es más que un programa político. Ni siquiera su vertiente más académica, la normativización o la fijación normativa, está libre de connotaciones políticas, como venimos denunciando desde la Fundació Jaume III.

Y un programa político, por definición, no es ni puede ser unívoco ni monolítico: cada formación que se presenta a unas elecciones puede modular esta “normalización” como lo considere oportuno en base a la voluntad de sus militantes y electores. La normalización del catalán sería más parecida a un principio rector –interpretable, como la protección del medio ambiente, por ejemplo– que a un derecho fundamental que, como tal, sí es exigible ante los tribunales.

Otra cosa es que el catalanismo, enseñando su patita totalitaria, pretenda hacernos creer que la normalización lingüística no es una cuestión política sino “científica” –y por tanto unívoca, monolítica, uniforme y no sujeta a discusión– y que la UIB, por la cuenta que le trae, aplauda estas pretensiones con la orejas. Todo el mundo, incluso los empresarios más exitosos, aspira a tener su cortijo protegido por ley. Estas falsas invocaciones a la ciencia, así como sus concomitantes argumentos de autoridad, no son más que la coartada para tapar la boca a los adversarios. Ni la filología ni la sociolingüística en las que se basa la “normalización” son ninguna ciencia. Sin ir más lejos, entren en la web de la UIB (http://estudis.uib.cat/grau/) y miren cómo están clasificados los estudios de Filología y Literatura catalanas. ¿Forman parte de las llamadas Ciencias Sociales? Ni eso. Están clasificados como “Artes y humanidades”, como la Historia o la Filosofía. Ni ellos se creen el rigor científico que predican.

La impresión que tengo tras leerme las tres sentencias es que nuestros cinco magistrados han echado mano de los habituales argumentos de brocha gorda con los que suele deleitarnos la izquierda balear, tan poco acostumbrada a pensar. Pero es que, además, demuestran un desconocimiento de la realidad de las aulas de Baleares verdaderamente preocupante. Así, por ejemplo, afirman que pasamos del modelo bilingüe anterior a uno trilingüe, cuando todos sabemos que el Decreto de Mínimos (Decreto 92/1997) se había convertido en uno de máximos al haber derivado en un modelo de inmersión en catalán sin haber pasado ni por las urnas ni por la cámara balear, como ha venido recordando estos días este periódico. Al parecer los magistrados no se habían enterado de eso, como puede contemplarse en afirmaciones como ésta: “[el Decreto 92/1997] contemplaba una regulación de absoluta igualdad entre el idioma castellano y catalán” (sentencia  443, p. 22). Tampoco parecen haber caído en la cuenta de que ha sido precisamente este fraude escandaloso la causa principal de la promulgación del TIL. Es más, incluso sus señorías llegan a alardear –no sé si a modo de justificación– de ser unos paladines del equilibrio de lenguas al recordar que tumbaron el Decreto 67/2008 del Pacte de Progrés que daba preferencia al catalán sobre el castellano como lengua vehicular de la enseñanza. Ironías del destino, nunca unos defensores del bilingüismo, de creernos al menos lo que afirman, le habían hecho tan flaco favor. El infierno está lleno de buenas intenciones.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, el 27-9-2014

El catalanismo o todo por la pasta

No creo que a estas alturas existan demasiadas dudas sobre el trasfondo económico del movimiento catalanista. Como apuntaba este periódico con motivo de la última subvención de Artur Mas –una ayudita de nada para lo que están acostumbrados, apenas 70.000 euritos– a la Obra Cultural Balear (OCB), el catalanismo no sería nada sin dinero público. Absolutamente nada. Como cualquier lobby de presión con cargo al presupuesto público, el catalanismo ha perfeccionado sus técnicas de presión, de amenaza y de chantaje contra el Govern de turno, demasiado consciente de que sólo puede sobrevivir luchando ferozmente en la batalla sin cuartel que se dirime cada día entre todos los que tratan de quedarse con parte de la tarta presupuestaria. Los ejemplos nos asaltan por doquier. Ahí tienen a Paraula, esta asociación cultural vinculada a la OCB, presentándose a un concurso para implantar un nuevo modelo lingüístico en IB3 que la propia OCB había vapuleado sin misericordia semanas antes. O todo el llanto y crujir de dientes de los filólogos de la UIB por la balearización de los informativos de IB3, negándose a enviar becarios como correctores. ¿Acaso no responde más al típico rebuzno de quien quiere seguir controlando un cortijo muy bien remunerado que a una cuestión “científica”?

A diferencia de lo que piensan los ingenuos, la ideología no casa mal con la corrupción o el interés egoísta. No existió mayor corrupción que la de los regímenes totalitarios que asolaron de muerte y destrucción el siglo XX. Ni ha existido mayor corrupción, de proporciones africanas, que la de Jordi Pujol, un beato y un hombre de “principios”, como le gustaba presentarse. De hecho, la ideología se ha convertido en la coartada moral –como el “interés general”– para parasitar al pueblo. En esto coinciden feministas, sindicalistas, ecologistas, catalanistas o el movimiento LGBT. El victimismo y la protección de los “más débiles” como antesala al asalto sin rubor del botín presupuestario. Estas castas parasitarias que enarbolan las banderas del resentimiento nunca van a reconocer que las democracias no dejan de avanzar en el reconocimiento de todas sus demandas. Hacerlo significaría plantearse su autodisolución y dejar de vivir del cuento. De ahí que, en aras a su supervivencia, alienten la queja, se abonen a la mentira sistemática, exageren sus sufrimientos y se radicalicen en sus propósitos conforme van logrando cada uno de sus objetivos originarios. “S’ase com més té, més brama”, decimos en mallorquín. ¿Qué tiene que ver la OCB original que fundara Francesc de Borja Moll con la OCB actual partidaria de nuestra anexión a la Gran Cataluña? Moll se habría dado con un canto en los dientes si un día el catalán hubiera tenido la protección y el reconocimiento que tiene a día de hoy. No es exagerado aventurar que Moll habría liquidado la OCB al dar por realizadas sus metas iniciales. No caerá esa breva: ¿de qué vivirían entonces sus actuales dirigentes?

El catalanismo no es ningún movimiento de idealistas –si lo fue algún día, dejó de serlo– sino un ejército superorganizado que se ha constituido para y por el “spoils system”, un organismo formidable donde cada una de sus partes tiene una determinada función que cumple a la perfección. Tiene a sus partidos-lobby como ERC y PSM, compuestos exclusivamente por funcionarios y empleados públicos. Cuenta con sus periodistas, muy bien representados en el SPIB, Diario de Mallorca y el Grupo Serra. Dispone de sus sindicatos, como el STEI, la Asamblea de Docentes o el comité de empresa de CBM. Tiene a sus familias organizadas, sobrerrepresentadas en las APIMAs. Tiene a sus captadores de ayudas públicas, como la OCB y acólitos. Cuenta con sus intelectuales orgánicos tras haber colonizado la UIB. Dispone de su legión de maestros debidamente formados en el resentimiento tras pasar por sus escuelas de magisterio. Tiene a sus comisarios lingüísticos en las administraciones. Tiene a sus curas que rezan a la patria en vez de hacerlo al Señor. Dispone de literatos, editores, xeremiers, batucadas, dinamizadores de fiestas populares y hasta de sus poetastros que cortan el bacalao en los premios literarios hasta el extremo de que, si les caes mal, puedes olvidarte de hacerte un nombre en la literatura, no sólo en la catalana sino incluso en la literatura española. La cultura es su reino desde cuyos palacios dan lecciones morales y éticas a los que contribuimos a su bienestar. De hecho, no tienen otra función que la de atizarnos a todas horas a menos que reconozcamos que no nos merecemos sus desvelos. Son hiperactivos y unos enfermos de la política porque saben que su modus vivendi depende de su permanente revoloteo político para forzar al gobernante de turno a aflojar la cartera. Nunca han aspirado a nada que no sea vivir a costa de los demás, aunque sin mala conciencia. No en vano se sienten a sí mismos como unos elegidos por la Providencia y por tanto superiores a los demás. Su mesianismo justificaría sus sistemáticas conculcaciones a la ley, al orden y a la buena educación.

El catalanismo se ha hecho con los resortes de todo lo público, lo oficial y lo institucional sin que ningún Govern, ni siquiera con mayoría absoluta, sea capaz de doblegarlo. ¿Un estado dentro del estado? Sin el dinero de los contribuyentes no serían nadie, dada su nula incidencia en la actividad empresarial. Contrariamente al empresario, este ser altruista que trata de adecuarse al gusto y a las apetencias del soberano consumidor, el catalanismo nos impone sus dictados, nos hace creer que lo hace por nuestro bien y nos regaña si no le aplaudimos. Han interiorizado que es perfectamente legítimo cobrar de nuestros impuestos para hacer política, sin ningún recato. Quintaesencia del parasitismo, alardean de no depender del turismo para vivir y presumen de sus políticos –todos ellos, funcionarios o profesionales del agit-prop– porque no incurren en ninguna incompatibilidad con los denostados negocios privados. Claro, su gran negocio ha sido colonizar todo lo público.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, el 13-9-2014

Es mallorquí no és cap degeneració des català

Una de ses idees que s’ha anat imposant poc a poc entre es mallorquins d’ençà que, estatutàriament, se va admetre es català com sa llengua pròpia de Balears, ha estat que es mallorquí n’era sa seva degeneració. També hi ha contribuït, naturalment, s’imposició a tot es món oficial, acadèmic i formal d’un model de llengua estàndar que, sistemàticament i amb molt poques excepcions, ha retirat ses singularitats ancestrals mallorquines de sa circulació pública. Això ha fet que es mallorquí se’l consideràs no ja com un xerrar familiar, domèstic i no apte per ser utilisat a registres més formals i elevats, sinó també com una espècie de degradació d’una llengua catalana medieval pura i no corrompuda per sa castellanisació. Es català estàndar que, com sabem té base barcelonina, faria es paper d’aquesta llengua pura medieval i seria sinònim de correcció, cultura i prestigi social.

Aquesta percepció, que ha fet fortuna entre ses generacions més joves, no té res a veure amb sa realitat. Quan a començaments des segle XX, Mossèn Alcover i Pompeu Fabra, per xerrar de ses dues personalitats més importants de s’època, decidiren dotar d’unes normes ortogràfiques i gramaticals a sa llengua catalana, es mallorquí era considerat es dialecte més pur i més poc corromput, es que millor havia preservat sa riquesa medieval. Per tant, és un desbarat dir que es mallorquí és una degeneració de res, molt manco des barceloní que, maldament s’acabàs agafant com a base de sa llengua literària (o estàndar), era es dialecte més castellanisat de tots.

No hi ha res inexorable ni que no pugui tornar enrera en qüestions tan convencionals com sa normativa (o s’estàndar) d’una llengua. En darrera instància, són es parlants es qui decideixen si es filòlegs normativisadors s’equivocaren o no. Demanar un estàndar que tengui molt més en compte ses particularitats mallorquines i amb el qual mos hi sentiguem més identificats és una reivindicació legítima a la qual també noltros mos volem sumar.

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Editorial des número d’estiu sa revista Tablón de Santa Catalina.

Un ús legítim i natural

XAVIER PERICAY

Quan sa polèmica sobre s’ús de s’article salat a sa ràdio i sa televisió públiques balears ja feia cadufos —i això que, com qui diu, acabava tot just de començar—, Valentí Puig va escriure un article a s’edició catalana d’El País en què, entre d’altres coses, afirmava lo següent: «En Mallorca, lo que se ha llamado lengua culta autóctona utiliza el artículo literario, pero cuando se trata de comunicación oral —como es la radio y la televisión— es postulable que usar el artículo salat sea del todo legítimo y natural» («El ‘gonellisme’ vuelve a escena»El País, 5-5-2014). No sé per què, però, que jo recordi, cap medi de comunicació va destacar llavors aquestes paraules. I és una pena, ja que haurien pogut servir per reconduir un debat que, d’ençà, no ha fet més que degradar-se i on s’ideologia i ses falses proves han pres es lloc des raciocini i es fets objectivables.

Es comentari de Puig tenia, en efecte, es mèrit d’introduir en es debat dos eixos argumentals que es detractors des nou model de llengua que IB3 ha decidit implantar a part des seus informatius —un model molt més respectuós amb ses modalitats insulars— solen ometre o, en es millor des casos, fer convergir en un de tot sol. Me referesc a sa distinció entre oralitat i escriptura, per una banda, i a sa distinció entre llengua literària i llengua estàndar, per una altra. Pes defensors de s’actual statu quo lingüístic, sa llengua literària i sa llengua estàndar són una mateixa cosa i s’oralitat no és sinó un subproducte de s’escriptura. De resultes d’aquest seguit d’equivalències, sa llengua de sa ràdio i sa televisió públiques balears hauria de basar-se, per força, en sa que sa tradició literària ha fixat des de temps immemorials —això és, mutatis mutandis, des des temps de sa Cancelleria Reial de sa Corona d’Aragó—.

Com és natural, un raonament d’aquesta casta no aguanta es més mínim contrast amb sa realitat. Primer de tot, perquè sa llengua literària de cap de ses maneres pot reduir-se a un únic model, ni aquí ni enlloc. No fa gaire Joan Veny indicava que ja al segle XVII s’article salat se va introduir en s’escriptura de ses Balears i que va ser amb s’arribada de sa Renaixença que s’hi va tornar usar, en exclusiva, s’article literari o lalat. Llàstima que no aprofitàs per recordar que escriptors com Gabriel Maura o Àngel Ruiz i Pablo, per posar dos exemples ben coneguts, seguiren emprant-hi es salat a pesar des vents que bufaven des de Catalunya. I és que resulta perfectament imaginable s’existència d’una llengua literària on s’ús de s’article lalat tot sol alterni amb so recurs an es sistema baleàric de s’article, o sigui, amb s’ús combinat de ses formes salades i ses lalades. Sa decisió, en tot cas, estarà en mans de cada escriptor. Si un creu que adoptant es model continental de s’article pot satisfer millor es seu propòsit literari o arribar més lluny en sa seva carrera, ¿qui són ets altres per impedir-li-ho? I lo mateix se pot aplicar a s’escriptor que opta per utilisar es sistema baleàric de s’article.

S’estàndar és una altra cosa. S’estàndar és un model de referència que s’ha d’acostar tant com sigui possible a lo que es parlants d’un territori consideren propi. Evidentment, amb tots ets ajustos formals que facin falta. No és lo mateix xerrar amb sos amics que escriure a un diari. Ni escriure a un diari que parlar per ràdio o televisió. I amb això entram a s’altre eix argumental a què m’he referit abans, es que diferencia s’escriptura de s’oralitat. Pretendre que s’estàndar oral ha de mimetisar s’estàndar escrit, com pareix que pretenen es qui fan bandera d’aquesta tradició literària per negar-se a canviar es model de llengua d’IB3 i per negar-se, de passada, a obeir es mandat des Parlament de ses Illes Balears que prescriu s’ús de ses modalitats insulars a sa ràdio i sa televisió autonòmiques, no treu cap enlloc. Com no en treu citar es mallorquí de trona —mímesi d’aquell llenguatge literari d’un temps— com a antecedent argumental a què aferrar-se, entre altres motius perquè se tracta ja d’una vertadera relíquia. S’estàndar, sobretot si és oral, no pot trobar-se a anys llum de lo que es parlants identifiquen com sa seva manera xerrar. Això és, de lo que anomenen, segons d’on siguin, mallorquí, menorquí, eivissenc o formenterer. I si una cosa identifica i unifica aquests parlants en sa seva manera de xerrar és s’ús de s’article salat. Aquest ús que Valentí Puig qualificava, amb tota sa raó del món, de «legítim i natural».

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Publicat an es Diari de Mallorca, el 27-8-2014

Sa ciència des filòlegs (i 2)

XAVIER PERICAY

Ja fa unes setmanes els parlava aquí mateix de dos manuals apareguts quinze anys enrere i que tenien com a fi orientar es mallorquins amb relació a s’ús públic de sa llengua catalana, en un cas, i a tots es balears amb relació a sa seva ensenyança, a s’altre. Se tracta, respectivament, de La llengua catalana a Mallorca. Propostes per a l’ús públic (LCM), des professors de sa UIB Antoni I. Alomar, Gabriel Bibiloni, Jaume Corbera i Joan Melià, i de Proposta de model de llengua per a l’escola de les Illes Balears (PMLE), des mateixos Alomar i Melià. També els deia que tots dos llibres coincidien en molts d’aspectes, començant pes noms de dos dets autors; seguint pes recurs a una metodologia quasi idèntica per justificar s’idoneïtat d’una determinada forma, i acabant per s’objectiu d’acostar es model de llengua proposat an es model vigent des de fa dècades en es mitjans de comunicació i es centres d’ensenyança de Catalunya.

Es criteris de què se servien aquests filòlegs per beneir una forma i condemnar-ne una altra de manera presumptament científica eren bàsicament dos: es territorial, això és, es que indica si sa solució se dóna a tot es domini lingüístic o només a una part i si aquesta part és majoritària i inclou o no ses Balears; i es temporal, això és, es que indica si sa solució és més o manco clàssica o tradicional. A aquests dos criteris se n’hi afegia després un tercer, es de sa formalitat, consistent a determinar si sa solució és col·loquial o vulgar o, al contrari, distingida o culta. I lo cert és que, lluny de trobar-mos amb un mètode que s’aplica escrupolosament a cada cas en què hi pot haver dues o més variants en litigi, descobrim que no hi ha tal mètode, sinó un vertader manyuclejat de criteris en què lo únic que compta, as cap i a la fi, és que cada proposta s’acabi ajustant an es patró fixat d’unes quantes dècades ençà a Catalunya. Vegem-ne un parell —mallorquí— d’exemples.

D’entrada, sa parella moix/gat. Com és sabut, sa primera variant, moix, és avui en dia s’única emprada a ses Balears, mentre que a la resta des domini lingüístic s’usada de forma quasi exclusiva per designar aquest animaló és sa segona. Idò, a PMLE (119-121), en lloc de preferir s’utilisada en es territori a què va dirigit es manual, se recorre a tota casta d’arguments —que si gat és sa forma tradicional, que si durant segles no en va existir d’altra a ses Illes, que si “popularment mai no s’ha deixat de tenir clar que ambdues formes són sinònimes” (¿?)— per recomanar un ús indistint de moix i gat. En definitiva, per convidar ses editorials catalanes de llibres de text a mantenir a ses versions pretesament adaptades a ses Balears tots es gats que hi havia a s’original.

I si de vegades es criteri adduït perquè sa balança s’inclini —fins i tot quan aquesta balança se presenta equilibrada— és es tradicional, d’altres és es territorial. Però mai prenent com a referència ses Balears, sinó la resta des domini lingüístic. És es cas, per exemple (LCM, 55, i PMLE, 67), de ses formes reforçades des pronoms personals (em, et, es, ens, us), preferides a ses plenes (me, te, se, nos, vos), maldament aquestes darreres siguin ses més tradicionals i ses usades de manera predominant a s’arxipèlag. O es de s’orde des mateixos pronoms a ses combinacions de complement directe i indirecte (PMLE, 68-69), que a Mallorca s’ha conservat en s’estadi original (“el me dóna”) i a la resta de ses Balears i des domini lingüístic ha evolucionat (“me’l dóna”). En tots dos casos, es motiu per preferir ses solucions més modernes a ses més tradicionals és que ses primeres s’han “generalitzat en es llenguatge formal”. Dit d’una altra manera: sa formalitat, que hauria d’esser es corol·lari des raonament anterior i no un argument de pes per validar-lo i de la qual, per afegitó, ets autors són en part coresponsables, almanco amb relació a ses Balears, acaba actuant com una tradició compensatòria —i coincident naturalment amb sos usos de Catalunya— quan sa vertadera no convé an es propòsits des filòlegs. (Entre parèntesis: aquesta formalitat és tan científica que es nostros filòlegs la qualifiquen adesiara de “mitjana” (LCM, 51), de “mitjana i alta” (LCM, 62) o de “mínima” (PMLE, 86), sense que en cap moment precisin a què se refereixen amb cada un d’aquests adjectius.)

D’exemples com es que acabam de retreure aquí, en què es criteris territorials i temporals són usats de forma aleatòria i contradictòria, i segons convé a un objectiu que no és mai es de privilegiar ses solucions balears quan aquestes divergeixen de ses des català central, n’hi ha un caramull en es llibres citats. De fet, s’única defensa aparent de lo que s’actual Estatut d’Autonomia denomina “modalitats insulars” se dóna en un apartat dedicat an es lèxic (LCM, 66) i consisteix a aconsellar que s’evitin una sèrie de castellanismes històrics que figuren des de fa anys en es diccionari de s’IEC, o sigui, que són plenament normatius, i que se substitueixin per “ses nostres formes genuïnes”. Però fins i tot aquí ets autors mostren es llautó, ja que devora solucions estranyes an ets usos illencs, n’hi ha de ben arrelades i correctes i que ells també condemnen, com ets ordinals sext, sèptim, etc. o es substantiu fatxada.

Sa lectura, quinze anys després de sa seva publicació, d’aquests dos manuals permet entendre moltes de coses. Permet entendre, per exemple, per què s’ensenyança de sa llengua catalana a ses Balears és sa que és i per què es llibres de text que s’hi empren són es que són. Permet entendre també per què es model de llengua d’IB3 no difereix en absolut des de TV3. I permet entendre, sobretot, fins a quin punt sa filologia i s’autoritat científica que n’emana s’han posat an es servici d’una ideologia.

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Publicat a Diario de Mallorca, el 13-8-2014

La quinta columna, muy tocada

El 31 de marzo del presente, Jordi Pujol i Soley visitaba Palma para participar en el coloquio“El futur de les Illes Balears i el País Valencià davant el procés sobiranista de Catalunya”. En la foto, ante un aforo abarrotado, pueden observar sentados al Gran Patriarca, a Pere Sampol, a un tal Pere Mayor que no cabe de sí de gozo y a una relajadísima Neus Albis, ejerciendo de moderadora. Cuentan las crónicas que Pujol remarcó que cada territorio de habla catalana tenía que hacer su propio camino hacia la autodeterminación y que Cataluña no debía incitar a Baleares y Valencia hacia la independencia. Ello no es óbice para que Cataluña les “extienda la mano” y les ayude. No concretó en qué consistiría esta ayuda aunque tampoco hacía falta. El “tu ja m’entens” es el código familiar del pujolismo.

Antes de la Gran Confesión, los catalanes de Mallorca tenían en gran estima a Jordi Pujol. UM y PSM siempre se disputaron el honor de coaligarse con CiU para los comicios europeos. Quien se llevaba el gato al agua alardeaba de aparecer ante nuestros catalanistas como los más auténticos y mejor situados porque, no nos engañemos, la referencia, el espejo a seguir, fue siempre Cataluña, concretamente la CiU de Pujol.

Cataluña, TV3, el Barça y Pujol siempre fueron los “referentes”, como le encanta decir al pancatalanismo local. Me acuerdo todavía de cuando Pere Sampol –que ha evolucionado con los años, como el Gran Patriarca, hacia el separatismo– acusaba a Jaume Matas y a este diario de “madrileñizar” la política balear. Sampol, que en sus dos últimos libros nos plantea la disyuntiva de escoger entre Madrid y Barcelona, era de los que creían que la política catalana era muy distinta de la española, un hecho diferencial más. Frente a la honradez, el idealismo, los modos elegantes y la responsabilidad de país que encarnaban los líderes catalanes, al otro lado del Ebro chapoteaban el cainismo, los malos modos, la corrupción y la demagogia más ramplona. El “madrileñismo”, en suma. También en eso era diferente el oasis catalán. La propia política catalana era trasunto del mito de la Cataluña progresista, europea, vanguardista, educada y abierta en contraposición al mito de la España roñosa, casposa, atrasada, corrupta e incapaz de dejar atrás sus demonios ancestrales. Cataluña era para sus sucursalistas de “les Illes” el puntal al que se aferraban para restregar su superioridad moral e intelectual en la cara del resto de mallorquines, demasiado superficiales para entender la trascendencia histórica del Procés de sus hermanos catalanes.

Partiendo de estas premisas, la conmoción entre el pancatalanismo insular tiene que haber sido gigantesca. Las primeras denuncias sobre los negocios de los Pujol –igual que pasara ya con Munar con la prensa balear– no eran cosas de “la caverna”, de la “Brunete mediática” o de El Mundo, como suelen denominarnos para no tomarnos en serio. Su incredulidad voluntariosa e interesada se ha vuelto a dar de bruces con la cruda realidad. Tomar conciencia de la mayor estafa conocida en la España democrática, no sólo en términos económicos –la fortuna de 1.800 millones de euros amasada por los Pujol dejaría en una aprendiz a Maria Antònia Munar y les equipararía con los dictadores africanos– sino en términos políticos, éticos y morales, ha tenido que ser un varapalo similar al que sufrieron los comunistas ante las revelaciones de Nikita Kruschev de las matanzas y deportaciones masivas del padrecito Stalin. Tal ha sido el golpe que durante los días transcurridos desde la Gran Confesión apenas he podido encontrar a ninguno de sus plumíferos hablando del monumental fraude. Silencio sepulcral. Hay que recordar que la ideologización extrema de nuestros sucursalistas (OCB, PSM, STEI, ERC) ha sido un mecanismo de autodefensa para neutralizar el hecho de no ser catalanes de nacimiento. A falta de arraigo, fe.

La Cataluña mítica que nos habían vendido era esto, mítica, fruto de la propaganda, y nada tenía que ver con la Cataluña real, ocultada por unos medios de comunicación untados con dinero público. El verdadero hecho diferencial de Cataluña –y de su quinta columna insular- no era ni la lengua, ni sus maneras políticas, ni sus valores morales, ni su retahíla de agravios: era una xenofobia de seda disfrazada con la más repugnante de las hipocresías y la doble moral. Los que han conocido de cerca a los pesemeros saben de lo que hablo.

La caída a los infiernos del capo di tutti capi y de las élites extractivas catalanas –prensa incluida– es la prueba de algodón de la mentira del nacionalismo. El nacionalismo miente y lo hace siempre, pervirtiendo todo lo que toca. Lo lleva en sus genes. La desintegración de UM –la patria como negocio– sólo fue un aperitivo de lo que está por llegar con CiU y el régimen cleptómano que construyó, comparable con Andalucía. El via crucis no ha hecho nada más que comenzar. A pesar de agrandarla día tras día, la bandera no ha sido lo bastante grande para envolver todas las miserias y fechorías que se ocultaban detrás de tanto amor a la patria (en realidad, odio a la ajena), la última gran coartada de los bribones, como anticipó hace siglos el gran Samuel Johnson.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, el 9-8-2014

Sa ciència des filòlegs (1)

XAVIER PERICAY.

Que un filòleg aspiri a esser considerat un científic, amb tot lo que això comporta de prestigi, distinció i quasi quasi immunitat, és sa cosa més natural del món. De fet, se tracta d’una aspiració comuna a qualsevol professor universitari, i un filòleg sol reunir també sovint aquesta condició. A més, ¿no forma part sa filologia de ses ciències humanes? ¿No s’obliga es filòlegs a publicar en revistes dites científiques per poder mantenir —és un dir— sa seva plaça universitària? ¿No són ells, en fi, o una selecta representació des seu gremi, es principals garants de sa normativa d’una llengua, quan aquesta llengua disposa d’una acadèmia? ¿No constitueixen l’Acadèmia per antonomàsia?

Tot això fa que es dictàmens des filòlegs siguin rebuts, per part de sa gent normal i corrent, com paraula de Déu. Aquesta bona gent xerra com li han ensenyat o tal com ha sentit xerrar a ca seva, però no sap d’on surt, això que xerra; es filòlegs sí que ho saben. Per això mateix han estudiat lo que han estudiat. És sa seva feina, en definitiva. Sa que els permet distingir es termes genuïns des que no ho són o no ho són tant, sa que els faculta per interpretar texts escrits fa un caramull de segles, sa que els posa en condicions de decidir, per exemple, si un determinat topònim és un llatinisme, un arabisme o un mossarabisme.

Però no tots es filòlegs se limiten an aquestes funcions. Es nostros de Balears, i en general es que tenen per objecte d’estudi això que en diuen es domini lingüístic català, afegeixen una nova funció a ses pròpiament filològiques. Ells la consideren patriòtica —i ja se sap que ets interessos de sa pàtria tot ho justifiquen—, però lo seu seria anomenar-la pes seu nom, és a dir, política. Perquè persegueix un objectiu polític: s’imposició d’un model de llengua estàndar unitari i uniforme a s’Administració, s’ensenyança i es medis de comunicació de tots es territoris des domini lingüístic, un model que precedesqui i faciliti sa tan anhelada unitat i independència dets anomenats Països Catalans.

Com és natural, tothom té dret a proposar utopies i a defensar-les a sa plaça pública. Només faltaria. Però lo que no treu cap enlloc i constitueix, per afegitó, un cas de despotisme gens il·lustrat és servir-se d’un determinat prestigi social —en aquest cas, es de filòlegs, es de científics— per imposar an es conjunt des ciutadans un model de llengua que no respon ni an ets interessos generals d’aquest col·lectiu ni se sol avenir sa majoria de ses vegades amb sa seva manera de xerrar. Per comprovar-ho, no hi ha res millor que repassar ets arguments contenguts en dues obres publicades ara fa quinze anys per quatre membres des Departament de Filologia Catalana de sa UIB i que tenien com a finalitat inculcar an es mestres i professors balears, d’una part, i a tots es qui volguessin fer un ús públic de sa llengua, de s’altra, un model caracterisat per sa seva evident llunyania de sa llengua parlada.

Me referesc a Proposta de model de llengua per a l’escola de les Illes Balears, des professors Antoni I. Alomar i Joan Melià, i a La llengua catalana a Mallorca. Propostes per a l’ús públic, des professors Alomar, Gabriel Bibiloni, Jaume Corbera i Melià, respectivament. Vagi per endavant, per si qualcú en dubtava, que no hi ha cap diferència entre es model proposat en un llibre i es proposat a s’altre. Es fet que dues firmes coincidesquin i que tots quatre autors formin part des mateix Departament ja ho feia preveure. Però és que tampoc difereixen ses estratègies suposadament filològiques i científiques. Com que tot model descansa en sa tria d’una sèrie de solucions lingüístiques en detriment d’unes altres que podrien concórrer en un determinat context i amb una determinada funció, aquesta tria ha de basar-se en qualque criteri. Es nostros autors en manegen tres: es temporal, o sigui es que els permet dir si sa solució és més o manco clàssica o tradicional; es territorial, o sigui es que els permet dir si sa solució se dóna a tot es domini lingüístic o només a una part i si aquesta part és majoritària i inclou o no ses Balears; i un tercer criteri, vinculat an es dos anteriors i relacionat amb sa formalitat, o sigui es que els permet dir si sa solució és col·loquial o vulgar o, al contrari, distingida o culta. Aquests tres criteris incorporen també altres factors, com per exemple es pes de sa demografia o sa naturalesa, oral o escrita, des canal de sa comunicació.

Idò bé, un pic analisades ses dues obres, lo que un constata és que es criteris utilisats per beneir una solució i condemnar-ne una altra no s’usen sempre tots an es mateix temps, com correspondria a qualsevol procediment científic, sinó segons convé an es diguem-ne legislador. Això fa que un mateix criteri tant pugui servir per justificar una solució com per invalidar-ne una altra. Com si, en es fons des fons, s’únic criteri real fos anar ajustant sa tria i ets arguments corresponents a un model d’estàndar preestablit.

Però com que, per demostrar-ho, necessitam exemplificar-ho i per això hauríem de menester el doble d’espai de què disposam, ho deixarem, si no hi tenen inconvenient, per un pròxim article.

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Publicat en es Diari de Mallorca, el 29-7-2014

Foment Cultural de Menorca i Eivissa fan costat a IB3 Televisió en es procés de balearisació davant ses falses crítiques de ‘mallorquinisació”

. En nom de ses juntes insulars de Foment Cultural de Menorca i Foment Cultural d’Eivissa, volem fer arribar es nostro suport a IB3 Televisió davant ses crítiques i sa manipulació des sector catalanista de ses Balears que, una vegada més, ha difós una  falsetat sobre IB3 amb s’objectiu de desprestigiar ses modalitats insulars.

Com a menorquins i eivissencs, hem de lamentar aquesta manipulació informativa apareguda en es digital dBalears.catBalearisar no significa mallorquinisar. Balears no només és Mallorca, i es primers que ho tenim clar som es qui pertanyem a ses Balears menors, que volem fer valer sa nostra veu, que se mos escolti i se mos tengui en compte.

Es presidents de Foment Cultural de Menorca, Joan Pons, i d’Eivissa, Antoni Marí, han afirmat lo que segueix: “Aprofitam es present comunicat per deixar clar que consideram que a IB3 encara no se té prou en compte a ses illes de Menorca, Eivissa i Formentera. Dit açò, és rotundament fals que es procés de balearisació d’IB3 Televisió suposi mallorquinisar Menorca i Eivissa, cosa que mai acceptaríem”.

I han acabat amb un parell de consideracions: “Per comprovar que qui es menja es menorquí i s’eivissenc a IB3 no és es mallorquí sinó es català estàndar, bastarà un exemple molt senzill: a sa televisió no veim que sa paraula mallorquina veïnat substituesqui sa paraula menorquina i eivissenca vesí, sinó que veim com sa paraula catalana veí, que no empram a cap de ses Balears, suplanta ses dues balears, i així amb una infinitat de lèxic i formes genuïnes balears que són substituïdes per ses catalanes”.

“Està clar que aquesta campanya mediàtica de ‘mallorquinisació’ promoguda pes catalanisme és una excusa per seguir marginant es mallorquí, es menorquí i s’eivissenc a sa televisió pública balear, en favor des català estàndar”.