¿Periodismo o psicoanálisis?

“Crec, i això no és collita meva, que darrera aquesta impostura seva, s’hi amaga un personatge que se comporta com un neoliberal, però ‘sense consciència de ser-ho” (Ultima Hora). Estas palabras, referidas, ¡cómo no!, a José Ramón Bauzá, no las escribía este lunes una psicoanalista, sino alguien que firma como doctora en Historia Económica de la UIB, Joana Maria Escartín. La izquierda intelectual ejerce una segunda profesión, la del psicoanalista que se afana en desenmascarar las profundidades del inconsciente del adversario. O la del demonólogo. El columnismo balear está saturado de muestras como éstaEl sagaz Miquel Payeras (Ultima Horaviene advirtiendo a todos los que le quieren escuchar de la amenaza que supone la Fundació Jaume III para el catalán, si bien ésta nunca ha puesto en duda la unidad del idioma. El mayor peligro no residiría en los que abiertamente se definen a sí mismos como “secesionistas lingüísticos” sino en aquellos que ocultan sus intenciones con la hipocresía de una conceptualidad respetable, como la Jaume IIIEl Diario de Mallorca bombea en portada “Bauzá negoció ayer en Madrid su salida como senador autonómico”como si dicho cargo tuviera que negociarse con Madrid. La noticia es desmentida después por el presidente.

La función de estos demonólogos de andar por casano es debatir, informar o exponer una tesis. Aspiran a mucho más, nada menos que a desenmascarar la verdadera realidad que anida en el subconsciente del adversario, convertido en enemigoAl adversario, ya saben, se le respeta, al enemigo no. Se trata de buscar siempre segundas y terceras intenciones detrás de las posiciones que defiende pública y abiertamente, intereses inconfesables, sumergirse en su pasado remoto, inmiscuirse en su esfera privada para encontrar una doble vida, todo vale para tratarle no como un igual con el que se pueda hablar sino como un malvado impostor cubierto con la máscara de la respetabilidadEl periodista o columnista se convierte a su vez en un psicólogo en busca del sustrato “fascista” del contrincanteen un inquisidor despiadadoAtaca siempre en el plano moral, nunca en el racional y en el factualAlain Finkielkraut se remonta al primigenio jacobinismo francés para descubrir los orígenes de esta forma de pensamiento, cuando los jacobinos se percataron de que la única forma de sobrevivir en medio del frenesí revolucionario era calumniar primero. Insinuar una doble moral, dejar caer la sombra de la sospecha, hacer juicios de intenciones, en nombre, claro, del bien de la humanidad. De ahí esa infinita amargura, estas toneladas de resentimiento, este tono agriado que recorreeste tipo de opinionesEsta es su contribución al debate públicoel desenmascaramiento. Las variaciones sobre el tema son diversas. Ahí tienen a Llorenç Capellà, regurgitando una y otra vez el fantasma dela Guerra Civil –otros colegas suyos, en cambio, regurgitan el III Reich con igual fiereza en busca del nazi emboscado– como la piedra filosofal a ver si a través de ella consigue interpretar la realidad política ochenta años después e identificar al fascista congénito que todos llevamos dentro.Ahí tienen Miquel Segura, acechando el mal y pastoreando a los mallorquines para advertirlos en su omnisciencia telúrica de sus emboscados enemigos:“Xavier Pericay es más peligroso para los mallorquines que Bauzá”,“Ciudadanos es el Círculo Balear” y demás perlas insuperables que ha esculpido en su peculiar campaña electoral contra C’s. ¿Qué peligro entraña Pericay, una persona respetuosa, educada con los demásadversarios, que no alza la voz y que expresa sus puntos de vista tranquilamenteen foros no precisamente afines como la OCB y el AraBalears sin darles ninguna dentellada? ¿De verdad un hombre a es un peligro para los mallorquines, como asegura Miquel Segura?

Como dice Andreu Malraux, “lo que necesita ese modo de pensamiento no es que el adversario sea un adversario, sino que sea lo que en el siglo XVIII se denominaba un malvado”Por supuesto, un espacio público inundado por la sospecha, la persecucióny la calumnia no merece este nombre. Es su antítesis. Un espacio público y democrático es aquel donde todo el mundo se expresa sin segundas intenciones. Y recalco, sin segundas intenciones. ¿Por qué habría que haberlas en un régimen de opinión pública donde impera la libertad de expresión? ¿Acaso alguien que se decide a dar la cara libremente en la esfera pública tiene algún motivo para tener las segundas intenciones que te atribuyen nada más salir al escenario, únicamente porque lo haces en el bando equivocadoSin embargo, la democracia como espacio público está sucumbiendo bajo los efectos de la chusma anónima de las redes socialesde la podemización ambientede la pésima educación de una juventud tan arrogante como indocumentadade la cacería al corrupto y de este repugnante periodismo de alcantarilla. No triunfa quien tiene razón sino aquel que es capaz de movilizar más tontos ilustrados por las redes sociales y repetir las consignas sin descanso. Cualquier hombre público tiene derecho a ser respetado, lo que no significa dejar de combatir sus ideas de forma racional y argumentada, sino dejar de atacarle como persona, como si el “error” en el que eventualmentese encuentra fuera también manifestación de su maldad.

Esta fauna de escritores y periodistas que a su vez se nos desvelan como unos ambiciosos psicólogos saben mejor que tú, hombre público, cuáles son tus verdaderas intenciones y los monstruos que habitan en ti. No te escondas. Ellos saben reconocerte mejor de lo que tú lo harías. No te esfuerces en explicárselo porque ellos, deberías saberleen tu pensamiento cuando les hablas y al identificar tus ideas reaccionarias con el Mal, saben que defenderlas no se puede deber al error ni a tu confusión, en cualquier caso dignos de perdón. Sólo puedeobedecer a tu maldad. Tu sonrisa liberal delata al monstruo fascista que llevas dentro. La defensa del mallorquín delata tu antimallorquinismo. Tu caridad cristiana tu falta de solidaridad. Tu educación con las mujeres tu machismo oculto. Tu respeto por el adversario el odio que le tienes.

En realidad, su vocación es la misma que la de Nel Martí, el diputado de Més, el típico inquisidor moralizante que se escandaliza por tus puntos de vista y los cataloga de “golpes de estado”, saltando como un resorte cada vez que cometes la imprudencia de alejarte de lo que él, hijo de la Luz y del Progreso, entiende como políticamente correcto. No son políticos, no son periodistas, son comisarios a la caza de reaccionarios. Y con el reaccionario no se habla, se le desenmascara y se le expulsa, pues, como dice Finkielkraut, coinciden en él lo escandaloso y lo anticuado.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, es 6-6-2015.

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