I Prèmit Joan Benejam de relats breus en llengua menorquina

 

FOMENT CULTURAL DE SES ILLES BALEARS. Sa nostra entitat, Foment Cultural de ses Illes Balears (FCIB), és una entitat cultural, oberta i plural, finançada íntegrament amb capital privat que va esser fundada per joves estudiants universitaris, historiadors, missers, empresaris i professionals lliberals de Menorca, Mallorca, Eivissa i Formentera, amb uns objectius clars i contundents: estudiar, defensar, fomentar i dignificar es menorquí, es mallorquí i s’eivissenc.

D’ençà de s’implantació de s’Estatut d’Autonomia, que reconeixia es català com a llengua de Balears, rebaixant i marginant es balear a simple dialecte o parlar col·loquial i vulgar, sa llengua de ses Balears ha sofert un fort procés de desnaturalisació, propiciada per s’imposició des català estàndar a ses nostres illes.

Foment Cultural aposta per dignificar, reconèixer i prestigiar de forma oficial (Estatut d’Autonomia) i acadèmica sa llengua de ses Balears, es mallorquí, es menorquí i s’eivissenc en qualsevol de ses seues modalitats insulars. Ets objectius principals de sa nostra entitat són recuperar i oficialisar ses nostres modalitats insulars a s’administració i en es medis de comunicació públics, però sobretot, impulsar-les, estudiar-les i recuperar-les a ses escoles, instituts i universitat de Balears.

Davant sa falta de compromís i d’ajudes públiques per part de ses principals institucions de Menorca i Balears amb s’estudi i protecció des menorquí i ses modalitats insulars –tal com estableix s’article 35 de s’Estatut d’Autonomia de sa CAIB–, Foment Cultural de Menorca convoca enguany sa 1ª edició des PRÈMIT JOAN BENEJAM, Concurs de Relats breus en menorquí.

Es Prèmit Joan Benejam neix per dignificar sa nostra llengua menorquina, impulsar sa redacció en menorquí entre es joves de s’illa, amb s’intenció de fomentar i recuperar entre sa jovenea ses particularitats lingüístiques menorquines que ara es troben marginades i suplantades en es món acadèmic i educatiu. Finalment, coincidint amb s’Any Ruiz i Pablo, proposta de Foment Cultural, es Prèmit Joan Benejam també neix en homenatge a un dets intel·lectuals menorquins més destacats de s’història de sa nostra illa: Mestre Benejam i Vives, reconegut pedagog, impulsor de s’ensenyança graduada a Menorca i fill il·lustre de Ciutadella. Autor d’obres com Ciutadella Veia (1910), sa sarsuela costumista de Ciutadella per excel·lència, Foc i Fum (1885), i des Vocabulari Menorquí-Castellà (1885), obres escrites, com deia Mestre Benejam, “en sa nostra llengo o lo que es diu en pla”.

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Bases des I Prèmit Joan Benejam de relats breus

En defensa del mallorquín

Josep Maria Aguiló.

La Fundación Jaime III de Mallorca ha hecho su presentación oficial en Palma, que trabajará para que el Estatuto de Autonomía  “reconozca y prestigie la lengua de Baleares en cualquiera de sus modalidades”, según recogen sus estatutos, escritos en mallorquín. Asimismo contribuirá a elaborar “un modelo estándar representativo de las modalidades insulares”.

El nombre de la asociación representa un homenaje y un reconocimiento al último rey de Mallorca, Jaime III, que murió el 25 de octubre de 1349 en el municipio mallorquín de Llucmajor, en el transcurso de una batalla para intentar recuperar su trono antes las tropas de Pedro IV, rey de Aragón y conde de Barcelona.

Al frente de la fundación se encuentra, como presidente, el exsenador de UCD y exdecano dle Colegio de Abogados de Baleares, José Zaforteza, mientras que su vicepresidente es el exdiputado regional del PP y profesor universitario Joan Font.

Publicat a Abc24-11-2013pàgina 40.

Un día para el recuerdo

A los mallorquines no nos suenan muchas fechas, quizás Tots els Sants, para llenar de flores nuestros cementerios, algo que no está nada mal. También recordamos el «Treinta y uno de diciembre» y la Diada, pero no mucho más. Sin embargo existe una fecha que no deberíamos olvidar: el 25 de octubre.

En tal día de 1349, se produjo «la última batalla». Cerca de Llucmajor, en lo
que hoy denominamos el «Coll de la Batalla» sucumbía nuestro rey Jaume III. En ella perdía su vida y su reino, un reino que se había empeñado en reconquistar, tras habérselo arrebatado su cuñado Pere el Ceremoniós. De este acontecimiento nos han dejado testimonio nuestros pintores y escultores. Recordemos el lienzo que se conserva en Son Vida, y el monumento de Llucmajor, la localidad más cercana a la batalla.

Finalizado el franquismo, con el deseo de recuperar nuestras esencias patrias y abrir paso a nuestra autonomía, se idearon en esta misma fecha unos magnos funerales en la Seo, en memoria de nuestros reyes privativos. En la gran nave central de nuestro templo catedralicio se daban cita todos los ayuntamientos de la isla, autoridades preautonómicas, con Jeroni Albertí a la cabeza y numerosos fieles, mientras que en el altar mayor concelebraba, con el clero de la diócesis, el obispo de Mallorca, Teodoro Úbeda, acompañado de los obispos de las demás islas y de los de Perpiñán y Montpellier.

Al poco tiempo todo se fue al traste. Nadie tuvo interés en conservar la celebración. La monarquía privativa de Mallorca comenzaba a estorbar, como también estorbaban no pocos de sus símbolos. ¿Por qué? Hoy la razón está más que a la vista. Como dicen los libros de texto: «Allò de Llucmajor va ser una brega de familia». Por lo visto todos éramos catalanes. Lo que convenía era fomentar la «germanor» y olvidar los enfrentamientos. Como ya sabemos, la memoria histórica sirve para lo que interesa políticamente en cada momento.

Hoy 200 mallorquines se han vuelto a reunir en “El camp de sa batalla”, y con
ellos apenas un par de llucmajorers, todo sea dicho. Pero algo ha comenzado. Tenemos un día especial por recordar. El año que viene podríamos ser más. Quizás menos, quien sabe. Pero no hay duda alguna de que el 25 de octubre siempre será el barómetro con el que medir lo poco o
mucho que honramos nuestro pasado.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, l’1-11-2014.

El enésimo fraude del catalanismo

No creo que sea necesario insistir en el apego del catalanismo por el engaño. Durante lustros negaron que aquí en Baleares se había implantado por la vía de los hechos un sistema de inmersión lingüística obligatoria, un fraude de ley puesto que nunca tal sistema pasó por el tamiz de la cámara autonómica. El catalanismo negaba los hechos  al aducir que oficialmente “no había inmersión” e invocar un decreto de mínimos que sólo fijaba un mínimo de un 50% de horas en catalán. Ya sabemos como el decreto de mínimos se fue transformando en uno de máximos sin que sus ejecutores, ni los partidos que les han estado amparando, tuvieran la valentía de legitimar la inmersión por ley, abiertamente y sin trampantojos.

Hace un año y medio, el deseo del Govern de adaptar ¡de verdad! los libros de texto a las modalidades insulares se encontró de nuevo con el mismo apego a la mentira. Lo primero que adujeron los catalanistas fue una media verdad: los libros “ya” se adaptaban a las modalidades insulares, reconocidas, mal que les pese, en los dos estatutos de autonomía que hemos tenido hasta ahora. Y, del mismo modo que la sombra sigue al cuerpo, la coacción siguió imperturbable al engaño. Los claustros de profesores amenazaron a las editoriales con no comprarles los libros si se atrevían a aceptar las subvenciones del Govern para balearizarlos. El STEI no vaciló en engañar a las familias haciéndoles creer que lo que pretendía el Govern era balearizarlos siguiendo la ortografía del siglo XIX que utiliza la Academia de la Lengua Balear. Ya se sabe, en el catalanismo, como en cualquier movimiento totalitario, anidan dos pulsiones incontrolables: la mentira –una forma de violencia, como sabemos– y la eliminación del advesario mediante coacciones y amenazas.

Cuando Xavier Pericay y un servidor nos propusimos evaluar si los libros de texto de las principales editoriales de las Islas Baleares (Anaya, Santillana, Vicens-Vives) se adaptaban o no a las “modalidades insulares” sabíamos que las conclusiones debían despejar dos preguntas fundamentales. En primer lugar, si los libros con el distintivo “Illes Balears”, o sea, adaptados en teoría al balear, realmente lo estaban o no y en qué grado lo estaban. Quiero recordar que tal adaptación no es un capricho de este Govern sino que lo exige el mismísimo “decreto de mínimos” (en sus artículos 3 y 23, decreto 92/1997) que ahora invocan a todas horas los catalanistas para volver a las andadas e imponer la inmersión en catalán. Claro está que los catalanistas, intérpretes únicos y absolutos de las disposiciones legales en materia lingüística, con el permiso de los magistrados del TSJB, no moverán un ápice para hacer cumplir la ley en este sentido. “Los proyectos editoriales tienen que respetar las modalidades insulares en lengua catalana”, reza el artículo 23 del decreto de mínimos. La segunda cuestión a resolver era indicar qué aspectos de la lengua (morfología verbal, léxico, indefinidos, artículo literario/salado, morfología no verbal, usos pronominales, etc..) estaban adaptados o no al mallorquín.

Antes, sin embargo, debíamos resolver una cuestión preliminar que hasta ahora nadie ha querido resolver. ¿Qué entendemos por “modalidades insulares”? Pues bien, con el ánimo de que nadie pudiera poner un pero al estudio de 37 páginas, decidimos dejar de lado los aspectos más controvertidos como el artículo salado y los usos pronominales (pronombres fuertes y débiles) que, aun siendo normativos, son relegados al ostracismo de la informalidad por la normativa oficial del Institut d’Estudis Catalans. De este modo separábamos lo que son estrictamente “registros” (formales/informales) de lo que son las “modalidades insulares”, saliendo al paso de algunas críticas al respecto. Sigo pensando que la teoría de los registros que esgrimen a todas horas los partidarios de la estandarización a ultranza no es más que una estratagema diabólica para terminar con nuestras modalidades. Aun así, asumimos el envite convencidos de que, incluso dentro de la más estricta normativa que nos permite el IEC y respetando los dichosos “registros”, no sería difícil concluir que su adaptación al balear era penosa.

Ya conocen el resultado. El estudio ha demostrado que de aquellos aspectos analizados sólo se adaptan a nuestras modalidades la morfología verbal (y no siempre), el artículo personal (En Joan, Na Maria, N’Esperança) y algo de vocabulario, el más doméstico y elemental. Nada más. La morfología no verbal (cuantitativos, indefinidos), la mayor parte del léxico y los usos conjuncionales y preposicionales no se adaptan. Esto significa, lisa y llanamente, que los normalizadores y técnicos lingüísticos de nuestras editoriales de cabecera, a la hora de elegir entre una solución del catalán central y una solución balear, aunque ambas sean correctas y dentro de la sacrosanta norma, se decantan casi siempre por la primera. A esto hay que añadir, además, la constatación –para constatarlo no hacía falta ningún estudio, claro– de que el artículo baleárico y los prononbres tal como los usamos en Mallorca y Menorca han sido erradicados por completo.

En suma, tras analizar 18 libros de texto de las asignaturas de Catalán y Conocimiento del medio, podemos concluir que la adaptación de los libros al mallorquín, menorquín e ibicenco es insuficiente a todas luces. El enésimo fraude del catalanismo.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, el 25-10-2014

Se descarregui aquí, si vol, s’informe sobre es llibres de text.

Fer un ou de dos vermells

Como era previsible, la irrupción de la Fundació Jaume III (www.jaumetercer.com) ha añadido más nerviosismo y desasosiego entre el catalanismo isleño. Lo primero que nos han espetado es que la mayoría de las peculiaridades del mallorquín que reivindicamos están aceptadas por la normativa del IEC, algo que nunca hemos puesto en entredicho. Lo que denuncia la nueva fundación no es que estén fuera de la normativa (algunas sí lo están) sino que nuestros catalanistas (¡los nuestros, no los de Barcelona!) han preferido sistemáticamente la sintaxis y el léxico (algo menos la morfología) del barcelonés –la base del estándar– a las formas genuinas de las Islas, tan correctas como aquellas. Entren en la web de la UIB y compruébenlo. En efecto, estoy de acuerdo con el director del IEB, Toni Vera, de que existe un margen de maniobra muy amplio dentro de la normativa del IEC para fomentar las modalidades insulares. Lo que pasa es que, lisa y llanamente, no se ha hecho y, peor todavía, no se quiere hacer porque los mismos de siempre lo consideran un ataque a la sacrosanta unidad de la lengua.

Estos días he estado releyendo los primeros tomos de las Rondaies d’en Jordi des Racó (Ed. Moll, 1977), esta vez más como entomólogo –los años no perdonan– que como aquel niño con los ojos abiertos como platos que escuchaba a su padre cuando se las leía de pequeño. La realidad, duela más o menos, es que, en sólo cien años, gran parte del abundante tesoro lingüístico que podemos encontrar en ellas se ha esfumado. Por supuesto, estas obras nos remiten a un mundo rural que, salvo excepciones, ya no existe en Mallorca. Pero incluso así, dejando de lado la evolución económica y social de los mallorquines que ha afectado lógicamente a su forma de hablar, hay que reconocer la degradación manifiesta del mallorquín que hablamos en la actualidad frente al recogido por Mossèn Alcover. Yo mismo conozco expresiones que utiliza mi madre que ya no utilizo normalmente. Mi hija ni siquiera las llegará a conocer. Si hacemos el experimento de leer a un niño de diez años una rondaia como “En Martí Tacó”, nos daremos cuenta de que no entiende nada de nada, tal ha sido la abrumadora pérdida de léxico, frases hechas, modismos y locuciones. Nuestro mallorquín, reconozcámoslo, nada tiene que ver con el esplendor, la variedad y la riqueza de antaño. Nada que ver. No digamos ya el que farfullan quienes no lo han aprendido en casa desde pequeños y lo han aprendido en la escuela o en los cursos de reciclaje de catalán.

Curiosamente, esta degradación manifiesta se ha acelerado en los últimos cuarenta años, precisamente cuando más se ha apoyado la enseñanza de (y en) la lengua autóctona hasta el punto de llegar a imponer, por la vía de los hechos, la inmersión lingüística obligatoria en catalán. ¿Qué dicen los catalanistas, los normalizadores y los estandarizadores a todo esto? Nada. A tenor de los aspavientos, los insultos –somos unos ignorantes, incultos, cínicos, hipócritas…– y la furia con que han dado la bienvenida a la nueva fundación y a las aviesas intenciones que nos atribuyen –todo muy previsible, como decía–, para nuestros catalanistas esta degradación –repito, manifiesta– de nuestra forma de hablar mallorquín entra dentro de los sacrificios normales que deben aceptarse a favor del catalán estándar. De hecho, el catalanismo sigue a pies juntillas la sentencia de muerte que la sociolingüística catalana dictó en su día contra los dialectos: la diversificación en todos los ámbitos conlleva el sacrificio de las formas “dialectizantes y arcaizantes”. Para ellos “unidad lingüística” significa uniformidad. A su juicio, salvar el catalán –aunque sea el ortopédico que utilizan los informativos de IB3– pasa por potenciar el estándar –el único que puede competir con el español– y si todo ello supone, al escamotearle protección y prestigio en los usos formales, cultos e institucionales, seguir empobreciendo hasta la náusea el mallorquín que hablamos (negándonos, incluso, la posibilidad de escribirlo) les importa un comino. La opción catalanista es legítima, pero es “su” opción, no la de tantos otros mallorquines que no estamos dispuestos a asistir a la degeneración del mallorquín sustituyéndolo progresivamente por un estándar en el que encima no nos reconocemos. El catalanismo debe asumir con normalidad que su apuesta tiene consecuencias sociolingüísticas, además de políticas, con las que los demás podemos o no estar de acuerdo. Sin embargo, la estupidez de toda nuestra clase política ha comprado un único discurso sobre la lengua, el del catalanismo, al parecer, los únicos que pueden opinar del tema.

Algunos no vemos las ventajas de tener un estándar catalán uniforme por ninguna parte, sinceramente. Sin estándar, siempre nos entendimos con catalanes y valencianos, rezamos durante siglos, fuimos capaces de crear obras literarias, elaborar gramáticas y diccionarios, incluso algunos emplearon el mallorquín para agitar al pueblo. No necesitamos el catalán como lengua nacional. Nuestra lengua nacional es el español, la común a todos los españoles, sin renunciar a hablar, a transmitir a nuestros hijos y a conservar nuestra lengua materna, tal como hicieron nuestros antepasados, por cierto, pese a carecer de “conciencia lingüística” de ningún tipo. Somos bilingües, hablamos nuestras dos lenguas con normalidad y las amamos por igual, no las enfrentamos en ninguna lucha darwinista, tal como hacen los sucursalistas de Cataluña. Observamos como, después de cuarenta años de apoyo institucional a nuestra lengua autóctona, el mallorquín va camino de ser asimilado por el catalán estándar que, encima, ha fracasado en su cometido de enganchar a las generaciones más jóvenes que se han pasado en masa al castellano como lengua relacional. Como diríamos en mallorquín, el catalanismo “ha fet un ou de dos vermells”. Harían bien los popes catalanistas en hacer un poco de autocrítica y analizar hacia dónde nos ha llevado su curioso amor por la lengua autóctona. A menos que este amor fuera espurio y mal dirigido, puesto al servicio de su obediencia vicaria a la Generalitat de Cataluña.

 

Publicat a El Mundo, 27-10-2013

Foment Cultural (FCIB) comparteix s’estudi de sa Fundació Jaume III sobre es llibres de text i organisa avui una xerrada informativa a Mallorca

FCIB. Foment Cultural de ses Illes Balears (FCIB) aplaudeix i comparteix s’estudi de sa Fundació Jaume III “¿S’adapten bé es llibres de text a ses modalitats insulars?”, el qual demostra que s’adaptació des llibres de text a ses modalitats insulars és absolutament nul·la en sa majoria des casos, i lo únic que s’adapta és sa morfologia verbal i part des lèxic. Des de Foment Cultural creim que es tracta d’un greu incompliment de s’Estatut d’Autonomia, i hem de recordar que una de ses principals promeses des Partit Popular en matèria lingüística era s’edició des llibres de text en mallorquí, menorquí i eivissenc. Es cas ès que, en tres anys de majoria absoluta des PP en es Govern Balear, sa ciutadania segueix vegent com es nostros fills han d’estudiar en català estàndar pur i dur, sense que s’hagi fet es mínim esforç per recuperar ses modalitats insulars a s’educació. FCIB té clar que, com també proposa sa Fundació Jaume III, sa solució an aquesta imposició lingü.stica que contradiu s’Estatut d’Autonomia i sa Constitució Espanyola passa per sa creació d’un estàndar lingüístic balear, així com a sa Comunitat Valenciana tenen una normativa autònoma i sa denominació oficial també és sa de “valencià” o “llengua valenciana”.

Per altra banda, Foment Cultural de Mallorca organisa una Xerrada informativa avui dissabte 18 d’octubre a les 20h a sa Cafeteria Miramar de Palma (C/dets Ocells Nº28) dirigida a tots es socis, simpatisants i demés interessatsa a col·laborar amb s’entitat.

S’objectiu d’aquesta xerrada serà, entre d’altres, sa d’impulsar i coordinar es número de
col·laboradors que s’han interessat per defensar i promoure es mallorquí i sa cultura mallorquina des
de Foment Cultural, entitat oberta i plural presentada a Palma es 30 de maig, a s’Estudi General
Lul·lià, davant unes 200 persones.

Dia: dissabte 18 d’octubre

Lloc: Cafeteria Miramar (C/dets Ocells Nº28). Palma. Zona des Fortí, paral·lel as C/Pasqual Ribot i devora es C/Francesc Martí Mora.

Hora: 20h des capvespre.

Defensa de “lo nostro”

Los Estatutos de las Autonomías con dos lenguas reconocen la cooficialidad de las lenguas regionales junto a la lengua común de la nación, que según la Constitución, es el castellano o español. Como sucede en el de la Comunidad Valenciana que reconoce como lengua cooficial el valenciano, cuando, según los uniformizadores de la “unidad lingüística del catalán”, tendría que denominarse “catalán”, que es cómo se ha denominado, absurdamente y sin consultar al pueblo, a nuestro mallorquín, menorquín, e ibicenco, en el actual Estatuto balear.

“El nombre de la lengua no es importante”, decían y dicen. Pero ese fue el pistoletazo de salida para la posterior catalanización, subvencionada, de Baleares. A través de la lengua. A través del catalán.

Yo no soy filólogo, ni pretendo enseñar a nadie, pero en la Fundación Círculo Balear desde hace más de 10 años, contamos con filólogos y lingüistas titulados que realizan interesantes trabajos al respecto, que no caen en la dictadura normativista del catalán estándar, por ser ésta contraria a nuestra identidad lingüística y a nuestra verdadera historia. Sólo queremos apoyar una manera de escribir utilizando nuestras palabras, dichos y giros. Así, trasladamos a las autoridades las reivindicaciones de una importante parte de la población que no acepta las imposiciones catalanistas que provocan la pérdida de nuestra auténtica forma de hablar, que hemos recibido de nuestros antepasados.

Los catalanistas no entienden que para que los mallorquines, menorquines e ibicencos apreciemos la lengua, primero tenemos que sentirla como nuestra, y nosotros sentimos el catalán como una lengua hermana, no como la madre de la lengua balear. Por eso reivindicamos que en Baleares se hable y escriba empleando todas las palabras mallorquinas, menorquinas, e ibicencas posibles, para que se escuchen, reconozcan y respeten.

Nuestras “modalidades insulares” tienen suficiente entidad desde el punto de vista histórico, filológico, lingüístico y cultural como para no tener que estar sometidas a un catalán estándar que, precisamente, acaba con la protección que en teoría exige nuestro estatuto de autonomía en su artículo 35. Queremos que los niños de Baleares puedan aprender la lengua y la historia de Baleares sin manipulaciones ni tergiversaciones pancatalanistas.

Como dijo el escritor mallorquín Llorenç Villalonga: “Estamos convencidos de que nuestra identidad no peligra frente al castellano ni el inglés, pero sí frente al catalán”.

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Publicat a mallorcadiario.com, el 16-10-2014

Unos magistrados algo despistados

 

“La institución oficial consultiva para todo lo que se refiere a la lengua catalana será la UIB” (artículo 35.2, Estatuto de Autonomía). Este mandato estatutario ha bastado para tumbar el Decreto 15/2013, más conocido como TIL. El razonamiento que, con idénticos argumentos, siguen los magistrados del TSJB en su estimación de los recursos de UGT, CCOO y STEI contra el decreto TIL es el siguiente. Primero se preguntan si cambiar un modelo educativo bilingüe a uno trilingüe afecta a la lengua catalana y a su normalización. Y llegan a la conclusión, trivial, de que sí. Acto seguido se preguntan si es preceptivo (obligatorio) o no consultar a la UIB y llegan a la conclusión de que también.

Lo realmente mollar en todo el debate jurídico que se suscita en las tres sentencias se insinúa tangencialmente por parte de los servicios jurídicos del Govern, cuando recuerdan que el artículo 35 del Estatuto no ha sido desarrollado por ninguna ley –la disposición adicional tercera de la Ley de Normalización Lingüística de 1986 repite sin más el artículo 35.2 referido– y que, en consecuencia, no se ha definido todavía lo que significa “para todo lo que se refiere a la lengua catalana”, algo fundamental antes de saber cuándo y en qué materias hay que consultar a la UIB. Y si hay que hacerle caso o no, es decir, si sus informes son vinculantes o no. En efecto, ¿qué significa “para todo lo que se refiere a la lengua catalana”? ¿A su fijación normativa únicamente, delegada por la UIB a su Departamento de Filología Catalana en 2003? ¿O también a todo lo que afecta a la política lingüística en general que, como indica su nombre, es política, como puede ser la aprobación del Decreto de Mínimos, el propio TIL, las reformas de la propia Ley de Normalización Lingüística llevadas a cabo o la misma existencia de la Junta Avaluadora de Català? ¿Deben consultarse a la UIB medidas políticas y claramente ideológicas, como el hecho de que la Administración deba ser o no bilingüe, los médicos deban tener o no un determinado nivel de catalán, o si el nivel de los alumnos que terminan el bachillerato debe ser homologable o no al nivel C? En definitiva, lo que trato de explicar es que la mayor parte de las medidas que afectan a la normalización lingüística son de tipo político y que, sinceramente, no sé qué pinta la UIB opinando sobre estas cuestiones. De hecho, los magistrados deberían saber que el introductor en España de los términos “normalización lingüística”, “bilingüismo” o “diglosia”, Lluís Vicent Aracil, padre de la llamada Sociolingüística Catalana, no tenía reparos en admitir que la “normalización lingüística” –el equivalente a lo que se llama “linguistic planning” en otros países– era un programa político. Ni más ni menos. Cualquiera que lea sus “Papers de sociolingüística” (1982) se dará cuenta de que, en efecto, la normalización no es más que un programa político. Ni siquiera su vertiente más académica, la normativización o la fijación normativa, está libre de connotaciones políticas, como venimos denunciando desde la Fundació Jaume III.

Y un programa político, por definición, no es ni puede ser unívoco ni monolítico: cada formación que se presenta a unas elecciones puede modular esta “normalización” como lo considere oportuno en base a la voluntad de sus militantes y electores. La normalización del catalán sería más parecida a un principio rector –interpretable, como la protección del medio ambiente, por ejemplo– que a un derecho fundamental que, como tal, sí es exigible ante los tribunales.

Otra cosa es que el catalanismo, enseñando su patita totalitaria, pretenda hacernos creer que la normalización lingüística no es una cuestión política sino “científica” –y por tanto unívoca, monolítica, uniforme y no sujeta a discusión– y que la UIB, por la cuenta que le trae, aplauda estas pretensiones con la orejas. Todo el mundo, incluso los empresarios más exitosos, aspira a tener su cortijo protegido por ley. Estas falsas invocaciones a la ciencia, así como sus concomitantes argumentos de autoridad, no son más que la coartada para tapar la boca a los adversarios. Ni la filología ni la sociolingüística en las que se basa la “normalización” son ninguna ciencia. Sin ir más lejos, entren en la web de la UIB (http://estudis.uib.cat/grau/) y miren cómo están clasificados los estudios de Filología y Literatura catalanas. ¿Forman parte de las llamadas Ciencias Sociales? Ni eso. Están clasificados como “Artes y humanidades”, como la Historia o la Filosofía. Ni ellos se creen el rigor científico que predican.

La impresión que tengo tras leerme las tres sentencias es que nuestros cinco magistrados han echado mano de los habituales argumentos de brocha gorda con los que suele deleitarnos la izquierda balear, tan poco acostumbrada a pensar. Pero es que, además, demuestran un desconocimiento de la realidad de las aulas de Baleares verdaderamente preocupante. Así, por ejemplo, afirman que pasamos del modelo bilingüe anterior a uno trilingüe, cuando todos sabemos que el Decreto de Mínimos (Decreto 92/1997) se había convertido en uno de máximos al haber derivado en un modelo de inmersión en catalán sin haber pasado ni por las urnas ni por la cámara balear, como ha venido recordando estos días este periódico. Al parecer los magistrados no se habían enterado de eso, como puede contemplarse en afirmaciones como ésta: “[el Decreto 92/1997] contemplaba una regulación de absoluta igualdad entre el idioma castellano y catalán” (sentencia  443, p. 22). Tampoco parecen haber caído en la cuenta de que ha sido precisamente este fraude escandaloso la causa principal de la promulgación del TIL. Es más, incluso sus señorías llegan a alardear –no sé si a modo de justificación– de ser unos paladines del equilibrio de lenguas al recordar que tumbaron el Decreto 67/2008 del Pacte de Progrés que daba preferencia al catalán sobre el castellano como lengua vehicular de la enseñanza. Ironías del destino, nunca unos defensores del bilingüismo, de creernos al menos lo que afirman, le habían hecho tan flaco favor. El infierno está lleno de buenas intenciones.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, el 27-9-2014

El catalanismo o todo por la pasta

No creo que a estas alturas existan demasiadas dudas sobre el trasfondo económico del movimiento catalanista. Como apuntaba este periódico con motivo de la última subvención de Artur Mas –una ayudita de nada para lo que están acostumbrados, apenas 70.000 euritos– a la Obra Cultural Balear (OCB), el catalanismo no sería nada sin dinero público. Absolutamente nada. Como cualquier lobby de presión con cargo al presupuesto público, el catalanismo ha perfeccionado sus técnicas de presión, de amenaza y de chantaje contra el Govern de turno, demasiado consciente de que sólo puede sobrevivir luchando ferozmente en la batalla sin cuartel que se dirime cada día entre todos los que tratan de quedarse con parte de la tarta presupuestaria. Los ejemplos nos asaltan por doquier. Ahí tienen a Paraula, esta asociación cultural vinculada a la OCB, presentándose a un concurso para implantar un nuevo modelo lingüístico en IB3 que la propia OCB había vapuleado sin misericordia semanas antes. O todo el llanto y crujir de dientes de los filólogos de la UIB por la balearización de los informativos de IB3, negándose a enviar becarios como correctores. ¿Acaso no responde más al típico rebuzno de quien quiere seguir controlando un cortijo muy bien remunerado que a una cuestión “científica”?

A diferencia de lo que piensan los ingenuos, la ideología no casa mal con la corrupción o el interés egoísta. No existió mayor corrupción que la de los regímenes totalitarios que asolaron de muerte y destrucción el siglo XX. Ni ha existido mayor corrupción, de proporciones africanas, que la de Jordi Pujol, un beato y un hombre de “principios”, como le gustaba presentarse. De hecho, la ideología se ha convertido en la coartada moral –como el “interés general”– para parasitar al pueblo. En esto coinciden feministas, sindicalistas, ecologistas, catalanistas o el movimiento LGBT. El victimismo y la protección de los “más débiles” como antesala al asalto sin rubor del botín presupuestario. Estas castas parasitarias que enarbolan las banderas del resentimiento nunca van a reconocer que las democracias no dejan de avanzar en el reconocimiento de todas sus demandas. Hacerlo significaría plantearse su autodisolución y dejar de vivir del cuento. De ahí que, en aras a su supervivencia, alienten la queja, se abonen a la mentira sistemática, exageren sus sufrimientos y se radicalicen en sus propósitos conforme van logrando cada uno de sus objetivos originarios. “S’ase com més té, més brama”, decimos en mallorquín. ¿Qué tiene que ver la OCB original que fundara Francesc de Borja Moll con la OCB actual partidaria de nuestra anexión a la Gran Cataluña? Moll se habría dado con un canto en los dientes si un día el catalán hubiera tenido la protección y el reconocimiento que tiene a día de hoy. No es exagerado aventurar que Moll habría liquidado la OCB al dar por realizadas sus metas iniciales. No caerá esa breva: ¿de qué vivirían entonces sus actuales dirigentes?

El catalanismo no es ningún movimiento de idealistas –si lo fue algún día, dejó de serlo– sino un ejército superorganizado que se ha constituido para y por el “spoils system”, un organismo formidable donde cada una de sus partes tiene una determinada función que cumple a la perfección. Tiene a sus partidos-lobby como ERC y PSM, compuestos exclusivamente por funcionarios y empleados públicos. Cuenta con sus periodistas, muy bien representados en el SPIB, Diario de Mallorca y el Grupo Serra. Dispone de sus sindicatos, como el STEI, la Asamblea de Docentes o el comité de empresa de CBM. Tiene a sus familias organizadas, sobrerrepresentadas en las APIMAs. Tiene a sus captadores de ayudas públicas, como la OCB y acólitos. Cuenta con sus intelectuales orgánicos tras haber colonizado la UIB. Dispone de su legión de maestros debidamente formados en el resentimiento tras pasar por sus escuelas de magisterio. Tiene a sus comisarios lingüísticos en las administraciones. Tiene a sus curas que rezan a la patria en vez de hacerlo al Señor. Dispone de literatos, editores, xeremiers, batucadas, dinamizadores de fiestas populares y hasta de sus poetastros que cortan el bacalao en los premios literarios hasta el extremo de que, si les caes mal, puedes olvidarte de hacerte un nombre en la literatura, no sólo en la catalana sino incluso en la literatura española. La cultura es su reino desde cuyos palacios dan lecciones morales y éticas a los que contribuimos a su bienestar. De hecho, no tienen otra función que la de atizarnos a todas horas a menos que reconozcamos que no nos merecemos sus desvelos. Son hiperactivos y unos enfermos de la política porque saben que su modus vivendi depende de su permanente revoloteo político para forzar al gobernante de turno a aflojar la cartera. Nunca han aspirado a nada que no sea vivir a costa de los demás, aunque sin mala conciencia. No en vano se sienten a sí mismos como unos elegidos por la Providencia y por tanto superiores a los demás. Su mesianismo justificaría sus sistemáticas conculcaciones a la ley, al orden y a la buena educación.

El catalanismo se ha hecho con los resortes de todo lo público, lo oficial y lo institucional sin que ningún Govern, ni siquiera con mayoría absoluta, sea capaz de doblegarlo. ¿Un estado dentro del estado? Sin el dinero de los contribuyentes no serían nadie, dada su nula incidencia en la actividad empresarial. Contrariamente al empresario, este ser altruista que trata de adecuarse al gusto y a las apetencias del soberano consumidor, el catalanismo nos impone sus dictados, nos hace creer que lo hace por nuestro bien y nos regaña si no le aplaudimos. Han interiorizado que es perfectamente legítimo cobrar de nuestros impuestos para hacer política, sin ningún recato. Quintaesencia del parasitismo, alardean de no depender del turismo para vivir y presumen de sus políticos –todos ellos, funcionarios o profesionales del agit-prop– porque no incurren en ninguna incompatibilidad con los denostados negocios privados. Claro, su gran negocio ha sido colonizar todo lo público.

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Publicat a El Mundo-El Día de Baleares, el 13-9-2014

Es mallorquí no és cap degeneració des català

Una de ses idees que s’ha anat imposant poc a poc entre es mallorquins d’ençà que, estatutàriament, se va admetre es català com sa llengua pròpia de Balears, ha estat que es mallorquí n’era sa seva degeneració. També hi ha contribuït, naturalment, s’imposició a tot es món oficial, acadèmic i formal d’un model de llengua estàndar que, sistemàticament i amb molt poques excepcions, ha retirat ses singularitats ancestrals mallorquines de sa circulació pública. Això ha fet que es mallorquí se’l consideràs no ja com un xerrar familiar, domèstic i no apte per ser utilisat a registres més formals i elevats, sinó també com una espècie de degradació d’una llengua catalana medieval pura i no corrompuda per sa castellanisació. Es català estàndar que, com sabem té base barcelonina, faria es paper d’aquesta llengua pura medieval i seria sinònim de correcció, cultura i prestigi social.

Aquesta percepció, que ha fet fortuna entre ses generacions més joves, no té res a veure amb sa realitat. Quan a començaments des segle XX, Mossèn Alcover i Pompeu Fabra, per xerrar de ses dues personalitats més importants de s’època, decidiren dotar d’unes normes ortogràfiques i gramaticals a sa llengua catalana, es mallorquí era considerat es dialecte més pur i més poc corromput, es que millor havia preservat sa riquesa medieval. Per tant, és un desbarat dir que es mallorquí és una degeneració de res, molt manco des barceloní que, maldament s’acabàs agafant com a base de sa llengua literària (o estàndar), era es dialecte més castellanisat de tots.

No hi ha res inexorable ni que no pugui tornar enrera en qüestions tan convencionals com sa normativa (o s’estàndar) d’una llengua. En darrera instància, són es parlants es qui decideixen si es filòlegs normativisadors s’equivocaren o no. Demanar un estàndar que tengui molt més en compte ses particularitats mallorquines i amb el qual mos hi sentiguem més identificats és una reivindicació legítima a la qual també noltros mos volem sumar.

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Editorial des número d’estiu sa revista Tablón de Santa Catalina.